LA HABANA, Cuba. — Una vez, hace años, Pablo Milanés se quejó de que los periodistas extranjeros, cuando lo entrevistaban, le preguntaban más de política que de música. Con sus consiguientes riesgos e inconvenientes, eso debe pasar con muchísimos cantautores. Pero en el caso de Pablo Milanés, se lo buscó, por ser, junto a Silvio Rodríguez, en su condición de padres fundadores de la Nueva Trova Cubana, los cantores oficiales de la Revolución de Fidel Castro.
Eso es algo que muchos no le perdonan a Pablo. A los intransigentes, a los que no acaba de olvidárseles aquel versito infame de “Bolívar lanzó una estrella que junto a Martí brilló, Fidel la dignificó para andar por estas tierras”, no les resulta suficiente que desde hace más de 25 años, el autor de Yolanda se haya desmarcado de la incondicionalidad castrista y se muestre crítico con el régimen.
Ahora, algunos acusan de cobarde a Pablo Milanés por no pronunciarse contra la dictadura y propiciar que la multitud prorrumpiera en gritos de libertad durante su super vigilado concierto del 21 de junio en la Ciudad Deportiva. Paradójicamente, en los días previos al concierto, no faltaron los talibanes del castrismo que en las redes sociales acusaron a Pablito de traidor e histéricamente pidieron que no se le permitiera volver a cantar en Cuba.
Con las exageraciones de ambas banderías, cualquiera hubiese podido pensar que del concierto de Pablito dependía la caída del régimen. Siempre lo digo: a demasiada gente, para bien o para mal, Pablo Milanés les revuelve las pasiones.
El revuelo del concierto de la Ciudad Deportiva me trae a la memoria el que causó en el año 2011, en Miami, la actuación de Pablo Milanés el día 27 de agosto en el American Airlines Arena (actual FTX Arena).
Hubo muchos que se sulfuraron con la presencia de Pablito en Miami. Y no fueron solo los piqueteros de Vigilia Mambisa. También Edmundo García, que, más castrista que Fidel y Raúl juntos, tuvo la tabla de atreverse a reprochar a Pablo su deslizamiento por el tobogán político y a afirmar que, de no ser por la Revolución, andaría todavía por Bayamo, con su guitarra, cantando boleros y rancheras.
Estaban los que consideraban que sería una afrenta al honor del exilio si no se cancelaba el concierto de Pablo Milanés en Miami. Otros querían ver el concierto como un acto de reafirmación patriótica y reconciliación nacional, con besos, abrazos y banderas.
De aquellos días recuerdo un cursi mensaje de Manolín (alias El Médico de la Salsa), que pedía imaginar cuán conmovedor sería que una muchacha cubana de Miami —inmigrante por motivos económicos, para nada políticos, no faltaba más— dejara por una noche de menearse con el reguetón para asistir al concierto de Pablo en el American Airlines Arena, en franco desafío a los manifestantes de Vigilia Mambisa. La muchacha, tan solo escuchara en boca del cantor, “esto no puede ser no más que una canción de amor”, llamaría por el IPhone a su mamá en La Habana para cantar juntas “eternamente, Yolanda” y evocar aquellos tiempos felices, a pesar del hambre y los apagones, tiempos que ella dejó atrás porque puso 90 millas de agua salada por el medio y se limpia la conciencia con recargas mensuales y una remesa cada vez que puede.
¡Miren que nos ponemos ridículos los cubanos cuando nos da por apasionarnos y politizar en demasía las cosas!
ARTÍCULO DE OPINIÓN
Las opiniones expresadas en este artículo son de exclusiva responsabilidad de quien las emite y no necesariamente representan la opinión de CubaNet.
Recibe la información de CubaNet en tu celular a través de WhatsApp. Envíanos un mensaje con la palabra “CUBA” al teléfono +1 (786) 316-2072, también puedes suscribirte a nuestro boletín electrónico dando click aquí.