El régimen cubano acaba de confirmar las condenas a 5 y 9 años de prisión, respectivamente, a los jóvenes artistas Luis Manuel Otero Alcántara y Maykel “Osorbo” Castillo. Lo hace en medio de una crisis energética, económica y política, aunque esto es una declaración retórica, porque en realidad Cuba está en crisis desde que triunfó el castrismo en 1959.
Nunca se han recuperado del desastre inicial. Alguna que otra vez gobiernos y actores internacionales prestan ayudas que el régimen toma como niño desesperado, pero Cuba, como país, es sinónimo de crisis. Por eso las disidencias nunca terminaron tras el triunfo del ejército rebelde con Fidel Castro a la cabeza; al contrario, emergieron con más fuerza. Solo que el poder estaba del lado del nuevo tirano y sus secuaces. El hombre terminó fusilando a casi todos. Todavía en 2003, en Cuba seguían ejecutando jóvenes bajo las órdenes del dictador.
En lugar de disminuir, las disidencias evolucionaron, como todo en este mundo. Así que, en medio de otra parálisis política, después que el régimen se quitó de encima a la líder de las Damas de Blanco, Laura Pollán y al candidato al premio Nobel de la Paz, Oswaldo Payá, en alguna parte del Cerro Luis Manuel, artista plástico, negro, comenzaba a realizar sus obras de arte.
Sus creaciones en los años siguientes se fueron convirtiendo en gritos de libertad que los cubanos, en un principio, no quisieron escuchar. Lo mismo pasó con Maykel Obsorbo, un rapero negro, crecido en La Habana Vieja. Fue una de las víctimas directas del Decreto Ley 349, con el que el régimen cubano trató de poner freno, en primera instancia, a los performances de Luis Manuel, y luego a todos los demás artistas que, con sus manifestaciones y su obra, formaron un frente de choque a favor de la libertad que el oficialismo no vio venir.
Justo por esa razón, Luis y Maykel son presos políticos guardados bajo llave por la propia presidencia de la dictadura. El régimen vio como una y otra vez ambos artistas le hicieron frente con su arte a la maquinaria represiva de la Seguridad del Estado, que gracias al terror ha mantenido en pie el socialismo cubano durante más de 60 años.