El play off de béisbol Granma-Matanzas tiene historias por dentro que pocas veces se cuentan. Todo no es ganar o perder. En la última conferencia de prensa, mi colega Osviel Castro le hizo una pregunta al mentor Carlos Martí que nunca contestó con palabras, pues lo hizo con sus ojos. Se le llenaron de lágrimas y todos comprendimos que el mentor granmense es mejor hijo que director de pelota. ¡Y eso es un orgullo tremendo!
Minutos después me le acerqué y con todo respeto le pedí publicar lo que no dijo ante las cámaras de televisión. Su madre Amada tiene 97 años y anda muy delicada de salud. Durante los juegos de la final en Matanzas la hospitalizaron y Carlos no dejó de estar pendiente con llamadas constantes tras cada juego, cada mañana. Sentado en el banco la mente se compartía en dos.
Al regresar de la Atenas de Cuba la encontró de nuevo en casa, pero con un diagnóstico reservado. No hay una enfermedad terminal y el propio Martí lo reconoce: “la vejez, eso es lo que tiene, la vejez”, y se vuelve a tocar la gorra, se rasca la cabeza y respira hondo. “Ayer comió un poco y tiene todos los cuidados de la familia, ojalá que dure ver el juego de mañana y el triunfo que quiero dedicarle”, dice con voz entrecortada.
En los tres campeonatos anteriores, en cada recibimiento o recorrido por las calles, Amada siempre fue la primera en recibir el beso y abrazo de su hijo con el trofeo en las manos. Se hizo una tradición que Martí ahora piensa cumplir, pues ella todavía ve la televisión y sonríe cuando el equipo de los Alazanes cabalga con su Carlos al frente, cual jinete erguido y ejemplar.
Amada y Carlos, Carlos y Amada. La relación no es beisbolera, aunque a sus 73 años el director recuerda con mayor nitidez que fue ella quien le inculcó esa consagración al trabajo que lo hace referencia entre los directores, la valentía para defender ideas justas aunque lo dejen solo, la perseverancia para celebrar títulos nacionales cuando muchos lo subestimaron; y el amor a su terruño, al Bayamo querido, a la Cuba rebelde.
Pude advertir al terminar la conversación con Carlos que hoy mismo se le agolpan muchas preocupaciones y una sola esperanza: “ganar este miércoles para regalarle este campeonato antes de que cierre sus ojos”. Y volvieron las lágrimas contenidas a salir.
(Tomado de Trabajadores)