HOLGUÍN, Cuba.- “¿40 pesos la pizza? Está muy cara. No sé qué voy hacer para la merienda de mi hijo. Cada día los precios suben más”, dice una madre mientras el vendedor se encoge de hombros.
La ira de la mujer es mayor cuando se da cuenta que la pizza es más pequeña y de inferior calidad a la de hace dos años cuando valía cinco pesos. “¿A dónde irá a parar este país que los padres no podemos alimentar a nuestros hijos?”, dice.
En otras pizzerías que presumen de elegantes el precio pasa de los 100 pesos. Mientras que el dulce más barato cuesta 10. Lejos de disminuir, los precios de los productos en general, y los de primera necesidad en particular, siguen subiendo.
La carestía es una muestra del fracaso del sistema y de la gestión del régimen que, en su afán de retener el poder, se niega a liberar las fuerzas productivas. La galopante inflación asfixia a la mayoría de la población, que está castigada por el alto costo de la vida.
El disgusto, la zozobra y el pesimismo popular se eleva por la incapacidad gubernamental para aumentar una oferta que satisfaga la demanda y propicie la baja de los precios. Holguín esta entre las provincias con mayor alza de los precios
Los alimentos están entre los que han visto una abrupta subida del precio. “La alimentación es cuestión de seguridad nacional”, ha sido la consigna del Gobierno que incumple año tras año.
Las ideas implantadas con el objetivo de satisfacer las necesidades alimentarias han fracasado. Las más recientes son las 63 medidas que a más de un año de su puesta en marcha no han dado resultados y la situación ha empeorado.
La ineptitud gubernamental ha llevado a incurrir en los mismos errores durante más de 60 años. Entre los más sonados están el impago a los productores y la demora en la recogida de la mercancía contratada.
Las Tunas es una de las provincias que más leche entregó a la Empresa Láctea por encima del plan. Pero, cuatro meses después, los campesinos no habían recibido el pago correspondiente en moneda libremente convertible.
La pérdida de las cosechas por la demora de su recogida es otro de los males que perduran. “De tantos tipos de mangos, nada más se acopia un poquito de la variedad mamey. El de corazón, de Toledo, de papelina, de hilacha y otros más se pierden porque el Estado no los acopia. ¿Por qué no se toman las medidas y se venden estas variedades en los mercados agrícolas estatales, que permanecen desabastecidos? Mientras tanto, la población compra los mangos a los revendedores a altos precios”, dice Taimara Esparraguera, una campesina de Songo La Maya, Santiago de Cuba.
“Siempre dicen que se ha acopiado todo el mango en la provincia. Lo dicen por los medios de difusión, y la realidad es otra. Cada vez que un campesino escucha una noticia así se le revuelve el alma, porque ha sufrido en carne propia la pérdida de su mango”, lamenta Esparraguera.
El desestímulo de los campesinos por la ineficiencia gubernamental ha ocasionado una baja en la producción y en el rendimiento, lo que ha repercutido en la disminución de la oferta y el incremento de los precios.
En sus tablillas los mercados estatales muestran la libra de tomate a 25 pesos, el arroz a 45, el frijol negro en 48, mientras que la torta de casabe está a seis, la libra de malanga se vende en 45, la de frutabomba en 10 y la remolacha 19. Todos los precios (similares, y en ocasiones más elevados que las ofertas del sector privado) son prohibitivos para la mayoría de la población, en un país donde el salario y la pensión mínima son de 2 100 y 1 528 pesos, respectivamente.
“Vergüenza debería darle al Gobierno por esta situación. ¿Cómo se explica que los comerciantes privados vendan igual o más barato que un Gobierno con todos los recursos y la capacidad de exportar e importar? Una sola respuesta: es un gobierno incapaz”, dice a CubaNet un señor jubilado que espera comprar en el estatal mercado de la calle Mártires.
Los cárnicos han sido los productos alimenticios que más han subido el precio. El gobierno solo oferta carne en las tiendas en Moneda Libremente Convertibles (MLC). La oferta cárnica en moneda nacional está en manos del sector privado que no siente la presión de la competencia.
La carne de cerdo ha implantado récords históricos. En este momento se comercializa a 280 pesos la libra de lomo y el resto a 250, al corte. La de carnero cuesta 210.
“Si compro diez libras de carne de cerdo me cuesta 2 500 pesos y mi salario es de 4 250. Con esa cantidad como tres o cuatro días porque casi la mitad es hueso. Con los 1 750 pesos que me quedan para el resto del mes me muero de hambre. Conclusiones: no puedo comer carne”, dice Miguel Ángel, un ingeniero civil.
El caso de quienes ganan salario mínimo y los pensionados la situación es más crítica. “Claro que paso hambre. Las diez libras de arroz, las cuatro libras de azúcar, las diez onzas de frijol, las diez onzas de chícharo y los 250 mililitros de aceite que venden por la libreta de racionamiento alcanzan solo para una semana. En la carnicería venden muy poco”, afirma Nicolás, un señor que espera en la cola del pan.
En las estatales tiendas en Moneda Libremente Convertible (MLC) los precios van de 11.30 el kilogramo de Bacon Pavo Entero hasta 3.85 el kilogramo de picadillo de pollo curado. El acceso al MLC es a través del envío de un familiar en el exterior. La otra forma de adquirirlo es en el mercado informal donde ronda los 110 CUP. “Para comprar un kilogramo de picadillo de pollo curado, que es el más barato, el pueblo tiene que pagar 462 pesos. Eso es abusivo”, comenta una señora que visita La Hogareña, un centro comercial en MLC.
Algo similar sucede con los restaurantes. Solo una minoría que dispone del dinero recibido del exterior, a través de negocios u obtenido de manera ilícita, puede visitar los restaurantes privados, donde el servicio y la oferta superan a los estatales, pero su precio quintuplica el poder adquisitivo en Cuba.
El gasto promedio en los paladares, como se les conoce popularmente, alcanza los 2 000 pesos por persona. “Al igual que yo, la mayoría del pueblo no puede comer en esos lugares. Mi esposa, mis dos hijos y yo gastaríamos casi 10 000 pesos. Eso sería el salario de un mes de los dos juntos y no estaríamos ni una hora en el paladar”, comenta José Ángel, un profesor de secundaria básica.
Los restaurantes estatales tienen una oferta más barata. Aun así, los precios están lejos del alcance de la mayoría. Una langosta entera se oferta en 900 pesos, un fricasé de cordero en 500, fricasé de cerdo 320 y un filete de pescado 220. Todos precios están lejos del alcance del salario promedio en Cuba, que ronda algo más de 4 000 pesos.
El transporte es otro tema que golpea a los cubanos. La bicicleta ha sido una parte de la solución. Pero esa posibilidad se ha alejado porque la más barata cuesta 7 000 pesos y la más cara podría llegar a los 30 000, ambos precios muy por encima del salario promedio que ronda los 4 000 pesos.
En cuestiones de estética personal los precios también se han disparado. Una simple máquina de afeitar desechable solo se encuentra en el mercado informal a 50 pesos. “Por eso en Cuba ahora hay más hombres con barba”, comenta un joven que lamenta no poder comprarla.
La diversión ha quedado proscrita para la mayoría de los cubanos. Ante el déficit en las tiendas estatales, en el mercado informal una cerveza enlata o embotellada cuesta 200 pesos; la botella de ron está entre 900 y 1 300 pesos, según la cantidad que contenga la botella.
“Hace mucho tiempo que no voy a una fiesta. Como están los precios en este país ni celebrar se puede”, comenta un señor mientras mira los precios que exhibe una pizarra colocada en el portal de una casa donde se oferta cerveza, ron, refrescos y otros productos.
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