Orgullosa y de fiesta está la pelota cubana. La alegría que desbordan los grandes fildeos, los peloteros entregándose en cuerpo y alma en cada carrera, como si les fuera todo en sus piernas y en sus brazos; cargando el bate para dar el jit o el jonrón decisivo. Así vimos a los pequeñines del Sub-15 en el Premundial, verdaderos campeones, desmontando marcadores adversos, que parecían imposibles de ganar si no fueran ellos los que estuvieran en el terreno; así lo hicieron también los jóvenes del Sub-23, con su digna medalla de plata en el panamericano, y así se muestran Granma y Matanzas en los play off de la final de la 61 Serie, que hoy regresa.
Pero el orgullo rebasa el estadio, cuando el Primer Secretario del Partido Comunista y Presidente de la República, en el mismo argot deportivo y beisbolero y, también con el mismo rigor táctico y estratégico, dirige a un gran equipo Cuba: el de los eléctricos, en una ofensiva por cada hombre y mujer de este país, pendientes de otros jits y jonrones. Es un partido bien complejo y difícil, porque el adversario –con la bajeza del que obstruye y bloquea– juega sucio para paralizar el noble empeño. Sin embargo, esos jugadores, con títulos de ingenieros y técnicos, dotados de una alta calificación, o lo que es lo mismo, de poder al bate, comienzan a dar cuadrangulares porque al decir del mánager, «ven un futuro en lo que están haciendo, se sienten importantes en lo que están haciendo, y con unas ansias de superación tremendas», como lo hicieron los bisoños del Sub-23 y Sub-15 en sus torneos premundiales, clasificándose ambos para las lides del orbe, frutos también de una estrategia que comienza a rendir.
Con «peloteros» como esos, que trabajan muy duro, con mucho compromiso y con mucha responsabilidad, siempre se ganan los juegos y cobran vida las palabras de un mentor invencible que jamás dejó de acompañar a los héroes, ni en el terreno ni en la fábrica; ni en el campo o la escuela; ni en el centro científico o el hospital; ni en las más complejas situaciones, ni en la batalla, con su fusil y el pecho a la vanguardia. Dijo Fidel que «cuando lo mejor de un país se reúne para trabajar, ese país tiene que triunfar».
Por eso, en medio de la compleja situación eléctrica, varios bloques se recuperan, algunos sincronizan, y la Unidad 1 de la central Lidio Ramón Pérez se adelanta en su cronograma de mantenimiento, permitiendo que otro cuarto bate como ella, la Antonio Guiteras, de Matanzas, pueda comenzar sus labores de reparación, para coronar las palabras de Díaz-Canel, en la planta yumurina: «ustedes y la Felton deciden el juego».
Esa energía positiva que va de victoria en victoria es la que veremos hoy en Matanzas adonde llegarán los Alazanes campeones, con la serie por el título empatada a un triunfo. Las claves de este tercer encuentro pasan por el mismo corredor anterior: para Granma, sacar temprano al abridor, lo cual será tan retador como la limpieza de una de las calderas de las plantas generadoras, pues el zurdo Dariel Góngora es el de más potencia del elenco matancero.
Para los de la Atenas de Cuba es imprescindible mostrar su poderío ofensivo, porque los lanzadores de la caballería generan con mucha eficiencia; la otra es, justamente, que el bullpen llegue al final con ventaja, porque los bateadores granmenses son capaces de poner en corte al mejor tendido eléctrico y causar una avería de incalculables consecuencias.
Vuelve la pelota irradiando esa energía de emociones que solo ella es capaz de alcanzar en un pueblo apasionado por su beisbol y arropado por el valor de su gente. Es de un inmenso orgullo vestir ese uniforme de todos, el del equipo Cuba.