Una vez más Cubadebate va en camino para cubrir la gran final de la pelota cubana. El largo viaje de más de 740 kilómetros lo merece, más aún cuando se enfrentarán en el terreno los dos mejores equipos de Cuba, sin que le quede a nadie a la más mínima duda.
Estaremos en territorio de los Alazanes después de un trayecto extenuante por carretera, donde serán necesarias más de 10 horas para cubrirlo. Los colegas de los diferentes medios nacionales de información se debaten en teorías y vaticinios, y como ocurre en cualquier grupo de cubanos que se reúnen para “discutir” de pelota, no hay consenso alguno.
Ambos equipos ya no tienen más que demostrar. Su historia reciente está llena de hazañas y premios, de aplausos y reconocimientos. Los vigentes campeones del experimentado Carlos Martí con tres coronas en los últimos cinco años, van por su cuarto título, mientras los aguerridos muchachos de Armando Ferrer, con un palmarés de diez medallas en 11 temporadas, están en su tercera final consecutiva.
Lo que sí se puede inferir dentro del ómnibus es que no hay un claro favorito, por lo que muy pocos se arriesgan a hacer públicos sus pronósticos. ¿Cómo hacerlo si estos equipos vienen de obtener su boleto por sendas barridas, con múltiples ausencias en sus filas? ¿De qué manera se le cuelga en el cuello a uno de ellos un cartel de privilegio, cuando ambas escuadras han dado una demostración de vergüenza y arrojo sobre la arcilla?
En el deporte siempre hay un ganador, y eso quizás decepciona un poco cuando cualquiera de los dos contendientes tiene méritos más que suficientes para alzarse con el éxito.
El cartel que anunciaba la llegada a tierras yumurinas me hizo reflexionar un poco sobre su reciente victoria ante los Gallos espirituanos, un equipo que lleva dos campañas seguidas comandando la tabla de posiciones en la temporada regular.
La clave estuvo en el pitcheo. Apenas cuatro lanzadores necesitaron subir a la lomita para llevarse el triunfo. Algo que si no es un récord es un buen average.
Noervys Entenza fue el hombre grande, al salir tres veces como relevo y aceptar apenas una limpia en 9.2 entradas.
Cierto que su ofensiva estuvo por debajo (257 Ave.), y que el trío de Javier Camero, Yadil Mujica, y Yariel Duque, solo promedió para 188 Ave. (53-10), pero tuvieron un Ariel Sánchez y un Erisbel Arruebarrrena que supieron sacar las castañas del fuego, y las conexiones fueron oportunas.
El enmascarado Roberto Loredo sorprendió a muchos, pero no a mí. Al muchacho lo conozco desde niño, de mis tiempos de entrenador de categorías infantiles. Pocas veces he visto un atleta más entregado, más trabajador, y más disciplinado que él, y estaba seguro que no defraudaría, a pesar de pasar años oculto en el bull-pen recibiendo pelotas.
Nos detuvimos en Ciego de Ávila para almorzar, y no dejaba de pensar con la facilidad que los Alazanes derrotaron a los Tigres de esa provincia, desplegando una artillería que promedió para 349 Ave. en los cuatro desafíos.
Para vencer a sus rivales en esta final deberá mejorar la efectividad de su staff de lanzadores. Al trío de César García, Leandro Martínez, y Joel Mogena, la tropa de Yorelvis Charles le promedió ofensivamente para 341, y a sus estelares relevistas Kelbis Rodríguez y Carlos Santana, le anotaron seis carreras en 5.1 capítulos de trabajo.
Otra fisura que vimos en esta semifinal fue su producción con hombres en posición anotadora, remolcando como promedio a uno de cada cinco que encontraron allí (20%), con números rojos para Alexquemer Sánchez al impulsar solo a uno de los 12 que encontró en esa situación.
Claro que todos estos numeritos se olvidan cuando hombres como Guillermo Avilés, Carlos Benítez, Osvaldo Abreu, e Iván Prieto, sacuden los maderos a la “hora de los mameyes”, y hacen temblar sobre la grama al más peligroso de los contrarios.
La travesía es larga, como largos deben ser estos playoffs finales con semejantes conjuntos en pugna. Los campeones están aferrados a su corona y los retadores darán batalla hasta el último minuto. Nos vemos en Bayamo.