La termoeléctrica Lidio Ramón Pérez, de Felton, es una ciudadela de hierro de matices diversos. Ellos están, lo mismo en el gris azulado de las aspas de la turbina que en la Unidad 2 –en pleno mantenimiento capital–, a punto de ser montada sobre sus pedestales brillantes, luego de un minucioso pulido; en el rojo-marrón originado por la oxidación en enormes segmentos de tubos que serán cubiertos por pinturas protectoras tan pronto se conviertan en largos conductos; en los destellos de las soldaduras mediante las que se unen cientos, miles de elementos; en la plateada envoltura de las láminas empleadas para recubrir las fibras de vidrio que garantizan el aislamiento térmico de extensas y laberínticas tuberías.
También persisten los matices que distinguen a los seres humanos que la habitan, temporal o permanentemente. Allí está el ingeniero mecánico Ricardo Gonora Abreu, integrante de la Empresa de Mantenimiento a Centrales Eléctricas, especialista en montaje y funcionamiento de calentadores de aire generativo, quien vino desde la capital del país a asesorar, y lleva cerca de tres meses sin retornar a su hogar; el ingeniero Eduardo Maceo García, diseñador del montaje de los conductos de gases a la chimenea y celoso supervisor de cada paso programado, quien vive en Mayarí; Saúl Cruz, mecánico-montador y jefe de la cuadrilla que ensambla los mencionados conductos, quien reside en Levisa y se refugia en el cariño de los nietos cuando regresa a casa, tras turnos de trabajo de 12 horas.
Centenares como ellos acometen las acciones de mantenimiento, hacen hasta lo imposible para que la Unidad 2 genere electricidad en el venidero verano.
Todos son más fuertes que la metálica armazón de la ciudadela a la que dan vida.