LA HABANA, Cuba. – La fórmula de eliminar restricciones a las remesas desde los Estados Unidos y apoyar a un “sector privado” que como tal no existe en Cuba no va a funcionar, al menos no para el propósito de frenar la estampida migratoria, sin dudas el principal motivo que ha hecho al presidente Biden hacer lo que dijo que jamás haría, a raíz de la represión desatada contra los manifestantes del 11J, cuando incluso prometió medidas más severas que las de su antecesor Donald Trump.
Pues ha elegido su mejor guante de seda para propinar la “golpiza” prometida. Tan suave y cálido que si alguna vez me castigaran así, dándome palmadas en la espalda y echándome dinero en los bolsillos, aunque estos estén cosidos no a mis pantalones sino a los de mi primo o mi hermano, pues que venga el castigo.
Tal como está diseñado el esquema económico-financiero cubano, tal como lo han maquillado después que Barack Obama les advirtiera que solo soltaría plata a los emprendimientos independientes, no hay dólar que salga de los Estados Unidos con Cuba como destino que no llegue a las arcas del régimen.
Poco importa que la intermediaria se nombre Fincimex o Helados Coppelia, el hecho es que no hay modo de esquivar ese embudo traganíquel que se llama “MLC” y que transforma los billetes verdes en aire, pero aire tóxico, enrarecido, irrespirable, en virtud del cual continuarán los cubanos de aquí emigrando en desbandada, así como los de allá bailando al ritmo que marque la orquesta del PCC, dirigida por GAESA.
Tengamos en cuenta que el escenario económico de Biden no es el mismo de Obama. El de ahora, más allá de la crisis, la inflación y las “continuidades”, es apenas la obra de teatro que se han montado a toda prisa para que el dinero no se les escape ni de casualidad.
A Obama lo vieron como a un peligro peor que cualquier otro cuando en marzo de 2016 habló de “empoderamiento”, refiriéndose exclusivamente a las iniciativas empresariales independientes, es decir, no vinculadas con el Gobierno cubano. De modo que no solo bloquearon las ayudas al incipiente emprendimiento, poniendo límites y trabas legales y burocráticas a su expansión, capitalización y diversificación, sino que, además, no dudaron en camuflar como “privadas” un centenar de empresas estatales con tal de absorber las ayudas económicas. Una competencia desleal que con las MIPYMES ha alcanzado quizás su apoteosis.
A las nuevas medidas anunciadas por Biden, en cambio, las acogen como lo que sin dudas son, una tabla de salvación en medio de aguas turbulentas. Pero solo porque ya tanto el escenario interno como los actores han sido entrenados para una mejor “actuación” que cuando, súbitamente, se apareció Obama ¡hablando aquellas cosas inquietantes de poner el money en las “manos equivocadas”! Sin dudas no lo iban ni lo van a permitir.
Ahora Biden puede decir lo que le venga en ganas, en tanto no habrá moneda que se escurra, ni por casualidad, fuera del esquema del régimen. Un esquema que, valga decir, solo es “continuidad” porque la palabra suena linda para ciertos oídos, aunque sea pronunciada por algunos mientras se muerden la lengua. Ya alguien por ahí advertía con razón que con las nuevas medidas los comunistas cubanos se preparan para un proceso similar al que transformó a los jerarcas soviéticos en los actuales oligarcas rusos. Es triste, pero todo indica que en breve tendremos un fuerte y prolongado déjà vu.
Pero nada de esto nos ha caído como cubo de agua helada. Ya sospechábamos que bajo la mesa de negociaciones sobre temas migratorios de abril del presente año, en Washington, se hablaría de otros asuntos más allá del que se convocaba públicamente. Y aunque hubo declaraciones de ambas partes en que se aseguró que nunca se desviaron del tema, ya sabemos, incluso desde mucho antes del deshielo de Obama, que tanto las mesas, los encuentros formales e informales, las llamadas telefónicas, las declaraciones e incluso las negaciones ante la opinión pública son las primeras cosas que se pactan (y hasta se ensayan y actúan) con votos de estricto silencio en una negociación de ese tipo, es decir, cuando ambas partes gozan con bastante frecuencia diciendo “Diego” donde se dijo eso que todos escuchamos bien, alto y claro.
El anunció de la vuelta a la política de Barack Obama no ha tomado por sorpresa al régimen comunista. Lo han estado esperando desde hace meses, incluso desde muchísimo antes del verano pasado en que parecía que las cosas en la Isla finalmente comenzaban a tomar un rumbo menos incierto.
Las pruebas de que aquí estaban a la expectativa es posible rastrearlas en ese paquetazo de leyes de todo tipo y medidas económicas que apresuraron, casi con desesperación; el cambio hacia las MIPYMES; los permisos de intermediación financiera a empresas desconocidas como Orbit S.A.; la licencia otorgada hace apenas unos días por la OFAC para la inversión de capital en una supuesta “empresa privada” cubana, así hasta toparnos con las recientes declaraciones sobre la futura venta de MLC a determinados “actores” de la economía, y hasta con la visita relámpago de AMLO, quien probablemente haya estado de algún modo intercediendo “en honor a la amistad”.
Vamos, que en política son muy pocas las casualidades y aún menos cuando se trata de las relaciones entre Cuba y Estados Unidos, donde siempre que la cuerda se tensa demasiado alguien, como salido de la nada, hace lo que sea por untarle sebo perfumado en ambos extremos.
ARTÍCULO DE OPINIÓN
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