La política del Gobierno de EE. UU. está en entredicho ante la próxima Cumbre de las Américas. No son aisladas las voces que se levantan contra la pretendida exclusión unilateral.
Varias naciones del Caribe faltarán al convite de no invitarse a Cuba, había anunciado el embajador de Antigua y Barbuda en Estados Unidos, lo que respaldó el Grupo de Puebla.
Luego, a la contundente decisión del presidente mexicano, Andrés Manuel López Obrador, de no asistir si se mantenía la exclusión a otros países, se sumó también su homólogo en Bolivia, Luis Arce.
«Si no estamos todas las naciones, no es Cumbre de las Américas», declaró Xiomara Castro, presidenta de Honduras, y con ella coincidió el mandatario argentino Alberto Fernández, quien criticó abiertamente la posición de Washington.
El ALBA-TCP, a través de su secretario ejecutivo, Sacha Llorenti, había afirmado: «Ni cumbre ni de las Américas», pues EE. UU. busca «instrumentalizar todo espacio en favor de sus intereses hegemónicos».
Desde China llegó también un fuerte cuestionamiento a EE. UU.: «No solo tiene desarrollo y prosperidad sin beneficiar a América Latina, sino que ha explotado al subcontinente, impuesto sanciones indiscriminadas, exportado la inflación, promovido la interferencia política y la subversión, así como el asesinato de líderes y hasta la agresión armada»; todo bajo el principio de «América solo para Estados Unidos».
Cuba, Venezuela y Nicaragua, los países que quiere excluir Washington, tienen un respaldo contundente. La Casa Blanca hasta ahora, solo ha dado una respuesta: «Las invitaciones finales aún no han sido enviadas».
El imperio tropezó con la dignidad.