WASHINGTON, Estados Unidos.- En el aniversario de la derrota de la Alemania nazi hace 77 años, Vladimir Putin rindió homenaje a los soldados soviéticos y recordó el sacrificio de millones de su pueblo en una parada militar. Pero olvidó decir que la derrota de Adolfo Hitler no trajo consigo una era de libertad y prosperidad para los soviéticos, ni para los polacos, checos, húngaros, lituanos, alemanes, eslovacos y otros que cayeron por más de 40 años bajo el vasallaje comunista hasta el colapso de la Unión Soviética.
A Putin se le olvidó mencionar que el triunfo sobre Hitler fue posible debido a una gran alianza que incluía, además de Rusia y a Estados Unidos, a Inglaterra, Canadá y otros países aliados, y que Estados Unidos le dio a Moscú los recursos indispensables para poder resistir la agresión nazi.
Esta semana, Putin esperaba impresionar al pueblo ruso anunciando en la parada militar la victoria de las fuerzas rusas en Ucrania. Pero no pudo ser. Cuando el Presidente Biden le ofreció a su homólogo ucraniano un avión para sacarlo del país, el ucraniano dijo que lo que necesitaba eran aviones de guerra, armas y cohetes antitanques. Los ucranianos, como los rusos cuando los ejércitos nazis se encontraban a las puertas de Moscú, han sorprendido al mundo y han causado muchas bajas al invasor.
A Putin no debe agradarle que los Estados Unidos nunca aceptaron como definitiva la ocupación y la subordinación de esas naciones europeas al imperio soviético, y que los pueblos a la menor oportunidad se rebelaban en su contra.
Tampoco que como consecuencia de su guerra criminal contra Ucrania ha aumentado la cohesión dentro de la OTAN, y que Finlandia y Suecia aspiran a incorporarse a ese tratado defensivo. Y Putin y sus aliados tienen que haberse sentido muy mal cuando a pesar de sus múltiples gestiones Rusia fue suspendida del Consejo de Derechos Humanos de Naciones Unidas; algo que le preocupa a La Habana, que pudiera también ser expulsada ahora que no cuenta con la protección del Kremlin en el Consejo.
Al gobernante ruso sin duda le preocupa que la guerra contra Ucrania se reconoce hoy como parte de las ambiciones geopolíticas de Moscú, igual que la ocupación de Crimea, a pesar del Memorándum de Budapest en el que Rusia, Inglaterra y Estados Unidos garantizaron la integridad territorial ucraniana, a cambio de que Kiev entregase sus armas nucleares a Rusia.
Resultado también de la guerra contra Ucrania es recordarle a las cancillerías europeas la ocupación de Georgia y Moldavia y la supeditación del gobierno de Bielorrusia a Moscú. Es en parte por eso, que las excusas de Putin sobre la guerra en Ucrania no tienen credibilidad.
¿Y qué decir de las declaraciones del Ministerio de Relaciones Exteriores Ruso de que una mayor presencia norteamericana en Europa pudiese resultar en el desplazamiento de miles de tropas rusas a sus aliados en el hemisferio occidental, presumiblemente Cuba, Nicaragua y Venezuela?
Ya en el Capitolio se preguntan si esos desplazamientos militares rusos justificarían que Panamá prohíba el tránsito por el canal a buques de bandera rusa u otros que ayuden a Putin a violar las restricciones que se le han impuesto.
Mientras tanto, el líder ruso trata de mejorar la imagen de su gobierno alrededor del mundo, presentando una narrativa incompleta y falsa de la Segunda Guerra Mundial. Como si el tratado secreto entre Hitler y Stalin para repartirse a Europa Central no hubiera ocurrido, y como si Stalin no hubiera sido socio en el crimen con Hitler, hasta que miles de soldados nazis cruzaron la frontera y los bombarderos alemanes hicieron añicos unos cuantos aeródromos militares soviéticos.
Después de la conclusión de la Segunda Guerra Mundial, varias administraciones estadounidenses, posiblemente temerosas de otra guerra europea, se limitaron a protestar contra la represión soviética en sus países vecinos, iniciando las transmisiones de la Voz de los Estados Unidos de América y de Radio Europa Libre, que rompieron la férrea censura en los países satélites, transmitiendo noticias a aquellos pueblos cautivos.
En 1968, los checos iniciaron un movimiento de reforma, la llamada “Primavera de Praga” y la Unión Soviética invadió el país. En un lenguaje muy parecido a las declaraciones recientes de Putin sobre Ucrania, Fidel Castro, que era líder de los países no-alineados, aprobó la invasión.
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