Almácigo. Si yo fuera un árbol me gustaría ser un almácigo. No sé por qué digo que me gustaría si en realidad es algo de lo que estoy convencida. Debería decir: Si yo fuera un árbol sería un almácigo y punto. Me cuesta incluso enunciar una frase tan sencilla como esa, y es que cada vez me cuesta más hacer afirmaciones, dictar sentencias sobre la vida. No es algo malo, al contrario, habla de mi certeza sobre la impermanencia de todas las cosas, de esa seguridad absoluta de que lo único realmente seguro es el cambio, la variación. Por eso sería un almácigo, por su capacidad para reinventarse.
Tengo casi 50 años y vivo en Cuba. Nunca he salido del país. No tengo pasaporte. No he solicitado jamás una visa de ningún tipo. Debo ser una especie en extinción, una rara avis.
Así es, no he viajado siquiera a la esquina más cercana del mundo, no he asomado la cabeza en otros paisajes, no tengo fotos de las nubes que comparten el cielo con los aviones. Sin embargo, tengo más visitas a las embajadas y aeropuertos que un gestor de viajes. He despedido a familiares, amigos, novios, otros novios que he tenido cuando los anteriores no han regresado a Cuba, otros amigos que llegan cuando los previos se van; la lista es larga.
He ido a todas las terminales aéreas de La Habana, desde niña hasta ahora. Siempre la misma desolación cuando terminan las despedidas, la idea de que será difícil regresar a casa. Y es que siempre lo es. No hablo solamente del tema del transporte, una vez me pasé la madrugada en Boyeros persiguiendo los camellos extintos de los noventa que evitaban las paradas hasta que el amanecer llegó y con él un ómnibus vacío que parecía una burla o una recompensa por mi larga noche; hablo también del retorno a la vida diaria, del tachar esas tareas que ya no tendrás con los que ves partir, incluso si regresaran a visitarte.
Pero siempre me reinvento, porque soy un almácigo. Recojo la resina rojiza que sale de mi tronco y mudo la piel, dejo que el viento se lleve mis ramas débiles porque sé que saldrán otras nuevas, que retoñaré otra vez. Así ha sido durante muchos años, así quisiera que fuera cada vez.
Pero sucede que ahora estoy en una etapa de la vida que les ha dado en llamar la perimenopausia. No bastaba con menopausia, ahora también tenemos peri, que es un período más largo porque incluye todos los síntomas que se tienen incluso antes de la despedida de la etapa fértil de la vida con la ausencia de la menstruación.
En los medios se habla de acompañamiento, y se utiliza para decirnos a todas que el proceso