Intersección de la Calzada de Luyanó con la Calzada de Diez de Octubre, La Habana. Foto: Irene Pérez/ Cubadebate.
En 1911, un año después de la muerte del proxeneta Alberto Yarini, asesinado en medio de un enfrentamiento entre chulos cubanos y franceses, el mayor general José Miguel Gómez, presidente de la República, dispuso, mediante el Decreto 1158 del 26 de diciembre, el cierre de la zona de tolerancia de San Isidro, que fuera el feudo del chulo asesinado, y su emplazamiento en la barriada de Luyanó.
Refería el documento, suscrito también por Gerardo Machado, secretario de Gobernación (ministro del Interior), que se imponía trasladar dicha zona por encontrarse en “un lugar demasiado transitado, al extremo del litoral, con gran movimiento comercial, y muy próxima a la monumental estación ferroviaria que se construye en terrenos adquiridos por los Ferrocarriles Unidos… y en la que afluirá en breve plazo un crecido número de pasajeros a causa del movimiento de los trenes”.
La estación central de ferrocarriles se inauguraría en efecto al año siguiente.
Señalaba el Decreto que la prostitución, que calificaba de “servicio”, afectaba la higiene especial y la moralidad de las costumbres, así como el ornato, por lo que se imponía llevar la zona a un lugar adecuado, “apartado de iglesias y colegios y centros comerciales”, con calles rectas y amplias que faciliten su vigilancia.
En virtud de la disposición, los prostíbulos de San Isidro se reasentarían en las manzanas enmarcadas por las calles Pérez, Arango, Juan Alonso y Rosa Enríquez, en Luyanó. Escribía el historiador Rolando Rodríguez que, aunque las razones para el traslado expuestas en el Decreto podían ser atendibles, el movimiento de los prostíbulos había recibido el impulso de quienes a la sombra del poder se beneficiarían con el tránsito, y aquellos con intereses inmobiliarios en e