Dedicamos este podcast a Wafyca Ibrahim, colega y amiga libanesa, cuya casa en el sur de Beirut fue reducida a polvo por los bombardeos de amedrentamiento a la población civil del Líbano, país vecino contra el cual se ha lanzado el ejército israelí con similares pretextos y la misma estrategia genocida que hace un año aplica sin piedad contra los habitantes de la cercana Franja de Gaza, en territorio palestino.
Analizamos esta vez la guerra de propaganda que precede y acompaña a las agresiones israelitas, para hacer ver una masacre como un acto defensivo.
El sionismo israelí ha probado ser maestro en el arte de mentir. Para probarlo, aqui compartimos un audio de la reciente intervención del Primer Ministro, Benjamín Netanyahu, ante la 79 Asamblea General de Naciones Unidas.
En los escasos dos minutos seleccionados, el carnicero de Gaza declara que sus ataques son defensa, que sus enemigos son monstruos y que Israel quiere la paz.
Bárbara Betancourt no logra entender todavía por qué se le permitió a Netanyahu acceder a la sala principal de un organismo cuyas resoluciones no acata. Destaca luego, el evidente performance que se montaron los funcionarios israelitas para que no se notara el masivo rechazo y posterior abandono de la sala por casi todas las delegaciones extranjeras en cuanto Netanyahu comenzó a hablar.
A los que no vieron la trasmisión ni los videos que circulan profusamente en redes, les asombrarán los vivas y los aplausos que se escuchan detrás de sus palabras. Los balcones, a los que no puede entrar todo el que quiera, estaban ocupados por una entusiasta tropa pro israelí, que por el nivel de bullicio parece haber sido reclutada para apagar con gritos de aprobación a Netanyahu cualquier posible protesta del resto de los presentes en la sala.
Lo que escuchamos son dos minutos de más de 15 que habló y la concentración de mentiras es escandalosa: pronto se cumple un año de la agresión a Gaza y en ese periodo todas las respuestas de Israel a una negociación para el cese de los bombardeos ha sido más bombardeos. Jamás ha querido la pa