En la calle Porvenir hay un local que una vez fue una tienda de artículos con pequeños defectos. Llegué allí hace años acompañando a un amigo que necesitaba una paleta de ventilador. Nos encontramos a una dependiente sentada en el mostrador pintándose las uñas, y puedo dar fe de que en los 10 minutos que estuvimos allí, jamás intentó hacer contacto visual.
No había paletas, pero como ya estábamos allí, echamos un vistazo. Mi amiga, me dirigí a la dependiente, ¿ese teatro en casa que vale 17 cuc que problema tiene? No se oye, dijo sin mirarme, por supuesto. ¿Y esa fuente de computadora?, preguntó mi amigo. No enciende. Entonces yo, ya con el gorro lleno de guizazos, dije: Claro, y esta cafetera eléctrica que hay aquí, no me lo digas, voy a adivinar: no cuela.
La molestia se tornó en carcajadas y reflexiones mientras salíamos de la tienda. Mi amigo se aventuró a sugerir que por eso a esas personas que atienden al público en Cuba se les llama dependientes, porque el trato depende de cómo tengan el día, y yo sugerí que, en nuestro caso particular, al ser la tienda de artículos defectuosos, me parecía muy lógico que la dependiente también estuviera defectuosa.
En otra ocasión, llegué en moto a la tienda que está a la salida del puente Almendares, y al dirigirme al guardabolsos y tenderle a la señora la mochila y el casco, ella me interpeló: ¿Qué dice allá arriba? Miré, entendiendo que se estaba gestando un maltrato y preparando la respuesta acorde, y respondí: Dice Guardabolsos. ¿Y si dice guardabolsos y no guardacascos, por qué me das