Santiago de Oviedo/Latinoamérica21
El cuadro socio-demográfico de Venezuela, que se ha ido modificando en los últimos 25 años por la devastadora obra del chavismo, nos ayuda a entender el comportamiento de los venezolanos, incluyendo el destierro hacia España del presidente electo, Edmundo González Urrutia (EGU). Esta devastación ha producido varios fenómenos como el empobrecimiento de la clase media; la emigración de millones de venezolanos -muchos jóvenes- con el consiguiente envejecimiento de la población; el nacimiento de nuevos ricos al amparo de la corrupción; la dependencia creciente de los pobres del asistencialismo del gobierno; y el surgimiento de la clase militar como casta privilegiada.
Hagamos un poco de historia
El grueso de la oposición al chavismo desde que Hugo Chávez llegó a la presidencia en 1999 la compone la clase media. Todo empezó con aquel primer movimiento en 2001 bajo el lema “con mis hijos no te metas” contra la reforma de la educación. Siguió con el levantamiento de los empleados gerenciales de PDVSA en 2002, quienes sufrieron despidos, persecución y humillaciones. Después, con la derrota de Chávez en el referéndum constitucional de 2007 (“victoria de mierda”, la calificó el fallecido mandatario). Y continuó con los jóvenes que salieron a protestar en 2007 (año del cierre de la televisora RCTV) y 2017 contra las políticas de censura, hambre, y represivas de Maduro. La clase media se echó ese peso encima con su trágico saldo de asesinados, presos y exiliados.
Se estima que unos ocho millones de venezolanos han dejado el país (casi un 27% de la población) desde que Chávez llegó al poder, con un aumento exponencial bajo el gobierno de Maduro. Las diferentes olas migratorias son el síntoma de un descontento generalizado que atraviesa a todos los grupos sociales.
El resultado electoral del 28J
Una mayoría de electores, harta de la pésima gestión de gobierno, la represión y la corrupción durante la nueva etapa del chavismo encabezada por Maduro, votó por un cambio. El 29 de julio una primera reacción indicaba descontento ante lo que ya parecía un abierto fraude perpetrado por el Consejo Nacional Electoral (CNE). Provenientes de los barrios de Petare, la gran zona pobre del este de Caracas, los venezolanos más afectados caminaron por avenidas para protestar por el robo del resultado electoral.
En varias partes del país, jóvenes y no tan jóvenes tumbaron estatuas de Chávez y destruyeron pancartas gigantes con el rostro de Maduro. Miles fueron apresados y acusados de terrorismo e incitación al odio, entre ellos, cientos de menores de edad. Una veintena de personas perdieron la vida durante las protestas.
Después vinieron algunas concentraciones pacíficas convocadas por María Corina Machado (MCM) en Caracas y en algunas ciudades del interior del país. El régimen de Maduro desplegó a guardias nacionales y policías, y sacó a sus simpatizantes motorizados para impedir el paso de los que protestaban. La campaña represiva ha seguido, ahora enfocada en apresar a dirigentes opositores.
En este clima de terror, las convocatorias de MCM ya no son tan masivas. En los barrios populares, el sistema de control social, a través del llamado “poder comunal” y los comités de alimentación CLAP que distribuyen comida subsidiada,