Hay seres que, empecinados en defender un ideal, no saben de escarmientos. No le bastaron a José Martí los años de destierro en España, sufridos por tener en su pecho de adolescente un corazón enamorado de su Patria, para que, al regresar a Cuba, ocho años después, pronto se involucrara en acciones conspirativas en pos de la independencia.
Vicepresidente del Club Central Revolucionario Cubano; subdelegado en Cuba del Comité Revolucionario Cubano de Nueva York; su estreno como orador en la Isla, dueño de un discurso en el que la palabra Patria hizo estremecer a un auditorio acostumbrado a sinónimos menores como país e isla; y el rechazo a responsabilidades ante una Alcaldía Mayor, y a ser diputado a las Cortes españolas por Santiago de Cuba, eran razones suficientes para que el futuro mentor de la Guerra Necesaria fuera identificado por las autoridades espa