LA HABANA, Cuba.- A finales de julio le escribí a Franger Reynaldo (Puerto Padre, 1953) para solicitarle una entrevista. Hombre decente, me contestó enseguida y con la mayor cordialidad.
“Estoy de acuerdo en hacerla, pero a mí me conviene que sea para septiembre”, dijo el exmánager de los equipos beisboleros orientales. “Vas a tener la primicia”.
De inmediato intuí lo que se avecinaba, cosa fácil si tomamos en cuenta que la emigración es el pan diario en cada barrio nacional. Algo me susurraba que Franger engrosaría la larga lista de personalidades deportivas cubanas en el exterior.
Unas semanas después confirmé el presentimiento. Le escribí una, dos, cinco veces a su móvil, y la respuesta fue el silencio.
“Es que tiene otro número. Ya está viviendo por acá”, me aclaró desde Estados Unidos un amigo común, el venerable René Bello, quien fungió como puente para que esta conversación fuera posible.
Con la mesura que lo caracteriza, Franger me confesó haberse “cansado de tratar de aportar a la pelota cubana con libros y cursos en programas de TV”, porque “de nada sirvió”. Así que decidió bajar los brazos después de tanta brega y aceptar el camino de la reunificación familiar.
Atrás queda su paso victorioso por la pelota cubana, donde dirigió las novenas de Santiago, Guantánamo y Las Tunas (en la Serie Nacional) y Serranos y Orientales, en las inolvidables Selectivas. También su historial en el campeonato élite panameño, y unos cuantos volúmenes especializados que él califica como su “contribución final” al deporte que le absorbió toda la vida.
—¿Por qué se decide ahora (y no mucho tiempo antes) a dar el paso de emigrar?
—Por el estar fuera del béisbol al que había dedicado una vida, por estar solo en La Habana con toda mi familia (esposa, hijos, nietos…) en Estados Unidos, y porque no tenía sentido seguir llevando esa vida. No lo hice antes debido a que en Cuba hacía lo que mejor sé hacer y para lo que me había preparado durante muchos años, con la ilusión de que aquel béisbol de alguna manera me pertenecía y era mi deber recuperarlo.
—Si tuviera que enumerar los tres principales problemas que vive hoy el béisbol cubano, ¿cuáles serían?
—La naturaleza, el pensamiento, los intereses de hoy no son los mismos del hombre de 30 o 40 años atrás. Esto por consecuencia genera dificultades y más si sigues haciendo lo mismo con lo mismo; así no vas a evolucionar y llegará el estancamiento.
Te detallo. Primero hay que mirar al éxodo de jugadores que ya alcanza las pequeñas ligas, convirtiendo al béisbol cubano en sucursal de las Grandes Ligas norteamericanas. Segundo, la desmotivación y falta de actualización de los entrenadores, la carencia de recursos, el atraso en los métodos de selección, formación y preparación de jugadores. Y tercero, ninguno de los que dirigen la pelota cubana en la actualidad ha trabajado, entrenado o dirigido un equipo. Entonces, ¿qué puede saber?.
—¿Comparte usted el criterio de que para dirigir béisbol hay que haberlo jugado a alto nivel?
—Para dirigir un equipo no solo se necesita haber jugado: eso es solo un requisito que favorece ejercer esta labor. Dirigir implica una formación integral en fundamentos de juego, dominio de las reglas, conocimientos de sicología y sabermetría, conceptos de preparación, etcétera, y de superación constante. Hay muchos ejemplos de grandes jugadores que fracasaron en el intento de dirigir, y del éxito de brillantes directores que no se destacaron en la práctica del juego.
—¿Qué medidas deben ponerse en práctica en la pelota cubana para salir progresivamente de la crisis?
—Son mu