—Qué verano.
—¿Te quejas?
—Noooooo, ¿cómo se te ocurre? Contar con los chamas todo el tiempo en casa y no tener a dónde llevarlos es una dicha inconmensurable.
—Dice el Granma que «cualquiera, con dos dedos de frente, puede imaginar lo que significa asegurar multilateralmente un verano en el adverso contexto de una economía como la nuestra».
—Una economía como la mía no me permite un yate como ese, donde al menos pudiera darles una vuelta por el litoral.
—Para que disfruten «el sosiego o la alegre revoltura del Malecón».
—Basta que haya donde quiera una «alegre revoltura» y la policía carga con los revoltosos.
—Niegas el «carácter sano y revolucionario de la gente». «Si los pinareños arrodillaran ojo en la sombra que traza lo difícil, no hubieran preparado tremendo campamento de verano», y pensarían como tú. «A nadie el calendario le impide crear condiciones para la sana diversión».
—No es precisamente el calendario el que tiene que crearlas.
—Ya empiezas a hablar mal del Gobierno. Obvias el grandísimo esfuerzo que hizo para que en los meses de julio y agosto las afectaciones con la electricidad fueran ínfimas.
—Más que ínfimas, tienden a ser infinitas. A pesar de que mis hijos ya no están todo el día en casa, y se gasta menos, nos sorprenden en septiembre con un récord de apagones.
—Hay serios problemas para echar a andar los grupos electrógenos. Parece mentira que no hayas oído las declaraciones del ministro de Energía y Minas en la inauguración de la Tercera Feria Internaci