En Cuba, quien reclama comida, electricidad, agua, vivienda y un salario digno, aun olvidando o renunciando a reclamar libertad, no es “pueblo”.
LA HABANA, Cuba. – No soy el único que leyendo la oleada de comentarios negativos a las publicaciones en redes sociales de los medios de prensa oficiales, como Granma y Cubadebate, se pregunta si los jefazos del régimen se detienen alguna vez a leerlos, e incluso si lo hacen con el interés de evaluar el verdadero impacto de sus políticas, muy distantes de ese triunfalismo que los lleva a aplaudirse y celebrarse, a condecorarse incluso entre ellos mismos en unas reuniones donde jamás hemos visto una camisa sudada ni una mano alzada enfrentándose a la unanimidad.
Muchos se hacen la pregunta y no por ingenuidad sino porque reiteradamente se escucha a dirigentes y funcionarios justificar sus decisiones con el argumento de que es el pueblo quien ha pedido tal medida, ley o decreto, aun cuando ninguno dice cómo se recogieron, contabilizaron y verificaron las demandas, y aun cuando luego del impacto negativo y la evidente impopularidad, luego del fracaso, estas no se revierten también en virtud de la voluntad popular.
De modo que nadie define aún cuál es ese “pueblo” que el régimen escucha; y cuál es ese otro “pueblo” cuyas opiniones y reclamos ignora porque evidentemente no son el mismo, y no es ese que comenta por lo general enfadado, enloquecido, desesperado en contra de políticas que en su conjunto parecieran diseñadas para aniquilar, extinguir esa parte mayoritaria del “no-pueblo” que ha quedado excluido de ese futuro “próspero y sostenible” prometido y reservado solo para unos pocos leales y “consanguíneos” meticulosamente escogidos (entre ellos mismos).
La ofensiva actual contra las mipymes “malas” (es decir, contra aquellas que les resultan molestas porque los obligan a competir en un mercado del cual algunos “leales” pretenden el monopolio, o porque han acumulado cierto capital al que d