SANTA CLARA, Cuba. – Una noche de principios de los años 30 aparecía en la escena del frecuentado Hotel Sevilla de La Habana la ya conocida cantante Rita Montaner junto a un pianista vestido al estilo de un lord inglés, negro, de cara redonda, cabeza rapada a navaja y con una maestría indiscutible para acompañar a La Única. Así, prácticamente, se daba a conocer Bola de Nieve, el nombre artístico que lo acompañaría toda su vida.
Era este, en realidad, un apodo de la infancia de Ignacio Jacinto Villa y Fernández, nacido en la villa de Guanabacoa el 11 de septiembre de 1911, en e seno de una familia de pocos recursos integrada por otros 12 hermanos, muchos de los cuales fallecieron a temprana edad debido a enfermedades infecciosas de la época.
Aunque había matriculado en el Conservatorio José Mateu a los 12 años y luego estudió Magisterio, El Bola se ganó la vida inicialmente trabajando como pianista de películas silentes en el cine Carral. “Hubo que comer y me dediqué a tocar el piano en un cine…”, confesó en una de sus últimas entrevistas. “Yo no sé si me inicié en el arte o si me iniciaron. Yo no tuve motu proprio para decir ‘Yo quiero ser…’. ¡Jamás!”.
Junto a Rita despuntó la carrera de este inusitado showman, un fenómeno artístico al que muchos tildaron como “excéntrico musical”. De aquel primer encuentro con la diva derivó su primera gira por México, que lo catapultó a la fama mundial y lo condujo a los grandes escenarios latinos, europeos y norteamericanos junto a Ernesto Lecuona.
El Bola cantaba en varios idiomas: inglés, francés, italiano y portugués. Cuentan que, tras su presentación en el Carnegie Hall de Nueva York, debió salir al escenario nueve veces ante el público que no paraba de aplaud