—Reconfortante constatar que, por primera vez en muchas décadas, aprovecharemos toda la superficie que nos rodea.
—¿Nadaremos en pescado?
—No. Haremos uso como Dios manda del «Mar Abú».
—Eso es noticia.
—Lo leí en el Granma. «No es oro, pero reluce». Con sugerente título el periodista aborda el espinoso tema y encabeza su artículo sobre la planta Dichrostachys cinerea, tal es el nombre científico, y sobre su uso como carbón de marabú, un combustible muy demandado en los mercados de Europa. Es la mejor aplicación que se le ha encontrado a esa planta invasiva originaria de Sudáfrica. «Expertos sostienen que es muy solicitado por su excelente poder energético, alto rendimiento y porque no agrede el medioambiente, además de otros atributos como estabilidad en el fuego y ausencia de carbonilla, cenizas y otras partículas».
—Tenía entendido que el carbón, por su suciedad, es símbolo de subdesarrollo.
—Recuerda que nos hemos empeñado en construir una nueva suciedad. Hay que ver cómo están las esquinas.
—Desde la Revolución Energética no se veía cosa igual. Algunos municipios se han visto precisados a vender sacos de carbón, siempre hay quien se alarma solo por tres meses sin recibir el gas o no tener luz más de la mitad del día.
—En los países en que se come, como es el caso de las naciones europeas, se resalta la calidad del carbón de marabú y «sus múltiples usos como combustible, tanto en la industria como en el hogar, además de emplearse en el sector gastronómico por el sabor distinti