Siempre recordaré que por razones de trabajo, uno de los primeros textos que leí y estudié sobre la política norteamericana, allá por 1963-1964, fue The Making of the President 1960, obra maestra del destacado periodista e historiador estadounidense Theodore H. White. Publicado en 1961, relataba el proceso por el cual John F. Kennedy llegó a la presidencia de Estados Unidos y en particular la campaña para las elecciones en las que derrotó al candidato republicano, Richard M. Nixon.
El volumen fue un éxito de ventas o «best-seller» y le valió al autor el Premio Pulitzer de ese año. Aún hoy es valiosísimo por lo que enseña de la política norteamericana y especialmente de sus campañas electorales presidenciales.
La lección más importante que se deduce de ese y de otros textos similares es que esas contiendas son producciones muy bien diseñadas, hechas para la televisión en las que se entrecruzan técnicas propias de los consabidos culebrones con las de grandes espectáculos musicales.
Esas contiendas son producciones muy bien diseñadas, hechas para la televisión en las que se entrecruzan técnicas propias de los consabidos culebrones.
De hecho, uno de los rasgos distintivos de la campaña de 1960 fue la celebración por primera vez de cuatro debates televisivos entre los contrincantes, comenzando el 26 de septiembre de 1960.
Esos debates son hoy parte integral de las campañas y se presta mucha atención a quién los «gana». En 1960, supuestamente Kennedy alcanzó un estrecho triunfo electoral porque superó a Nixon por su imagen y ademán más atractivo para los espectadores televisivos. Pero aún hoy los analistas políticos y politólogos discuten cuán importantes pueden ser, y cuánta influencia ejercen sobre el electorado.
Un ejemplo que viene al caso son los tres debates del 2016 entre Hillary Clinton y Donald Trump. Según la encuestadora Gallup, la candidata demócrata ganó ampliamente los tres debates. Sin embargo, perdió la elección.
Ha sido precisamente un debate presidencial televisado el 27 de junio entre los dos contrincantes de aquel momento (Joe Biden y Donald Trump) lo que ha desembocado en la transformación más significativa en la campaña electoral del 2024. Antes del debate, muchos votantes se quejaban de que era la misma alternativa que se les ofreció hace cuatro años, solo que ahora los roles se habían revertido, Biden se convirtió en el presidente en funciones buscando la reelección y Trump en el retador.
Otra diferencia también objetada es que ambos son dos ancianos, o adultos mayores si se prefiere, cuatro años más viejos que en el 2020 (78 y 81 años respectivamente).
56 días de turbulencias
Lo sucedido en la campaña electoral de este año entre el 27 de junio (día de aquel primer debate) y el 22 de agosto (fecha en que la Convención Nacional Demócrata proclamó a Kamala Harris como candidata a la presidencia en sustitución de Joe Biden) es una muestra palpable del nivel de incertidumbre que estas campañas provocan y de lo riesgoso que es hacer cualquier predicción prematura sin tener en cuenta que pueden producirse cambios que alteren los resultados previsibles.
En esos 56 días se sucedieron varios acontecimientos que impactaron sobre la campaña de distinta forma. Sucedieron de forma vertiginosa y tumultuaria dejando atrás el tema de los cuatro juicios que se le seguían a Donald Trump, asunto que había dominado la campaña en los cuatro meses anteriores.[1]Recapitulemos, añadiendo algunos elementos de contexto:
27 de junio. Contrario a lo que el presidente Biden había pretendido, su actuación en el primer debate presidencial resultó en un absoluto desastre. Confirmó lo que se sospechaba, su constante balbuceo de frases inconexas mostraba un hombre acabado por la edad que difícilmente podría cumplir con los deberes presidenciales por cuatro años más.
Eso provocó que numerosos dirigentes del partido demócrata le instaran a que renunciara. Al día siguiente, 28 de junio, la Junta de Dirección del New York Times publicó un editorial en el mismo sentido.
Inicialmente y durante varios días Joe Biden se negó categóricamente a retirarse. Pero no era difícil predecir que tendría que hacerlo. La cuestión era cuándo y si apoyaría que su vicepresidente Kamala Harris lo sustituyera. Este último problema, quién ocuparía su lugar en la candidatura y por tanto encabezaría al partido, era muy importante. La mayoría de los observadores consideraron que la Señora Harris no sería una buena candidata y no tendría el acumen para unir al partido.[2]
2 de julio. La Corte Suprema se pronunció sobre el pedido de Donald Trump de que se le concediera inmunidad absoluta a todos sus actos mientras fue presidente, con el fin de que se sobreseyeran las acusaciones sobre interferencia en el proceso electoral, relacionadas con que estimuló a sus seguidores a tomar el Capitolio el 6 de enero del 2021 y otros delitos cometidos, y por haberse apropiado indebidamente de documentos confidenciales.
Si bien la Corte no le otorgó lo que pretendía, sí dio a conocer a través de un confuso veredicto, que prácticamente se hace imposible concluir los enjuiciamientos penales que se siguen contra el ex presidente republicano, antes de las elecciones presidenciales del martes 5 de noviembre .
13 de julio. Un tirador solitario intentó asesinar a Donald Trump durante un acto público en Butler, Pennsylvania, hiriéndole en una oreja. No han surgido evidencias de que fuera una conspiración de ningún tipo. Lo que sí mostró fue debilidades en la capacidad del Servicio Secreto para cumplir su cometido de protección de un ex presidente. Después de un breve período, Kimberly Cheatle, directora de este organismo, tuvo que renunciar. Lo más destacado de este hecho es que de inmediato le granjeó simpatía al ex presidente.
Por otra parte, después de un primer momento de pánico y caos, Trump tuvo el aplomo de pedirle a los agentes del servicio secreto que lo levantaron y lo sostenían, que se detuvieran y desde la propia tribuna levantó el puño y repitió varias veces: «Fight! Fight! Fight!» [¡Lucha!] Esto reforzó su imagen de duro. Se debe apuntar que el hecho no pudo ocurrir en un mejor momento para su campaña. En menos de 48 horas, el 15 de julio se inauguró la Convención Nacional del Partido Republicano en Milwaukee.
El expresidente arribó a esa ciudad en la cresta de la ola de su popularidad y con el camino abierto para derrotar a Joe Biden el 5 de noviembre. En tanto, este último seguía resistiéndose tozudamente a pesar de todos los llamados a que abandonara la carrera presidencial, lo que llevó a varios analistas a retirar cualquier esperanza sobre la posible reelección del partido demócrata. Por ejemplo, el periodista brasileño Eduardo Vasco llegó a afirmar que «solo un golpe de estado impedirá la victoria de Trump».
El expresidente arribó a Milwaukee en la crest