La delegación cubana en los Olímpicos de París 2024 quedó lejos de los pronósticos previos. Con dos títulos, una plata y seis bronces terminó en el piso 32 del medallero y para el oficialismo solo quedó la «insatisfacción».
A través de un comunicado, la directiva deportiva cubana admitió que el resultado obtenido no cumplió con el objetivo de ubicarse entre los 20 primeros países y se excusaron del mal resultado al alegar que nunca hubo un enfoque triunfalista respecto a la meta.
«No siempre los resultados dejarán los saldos deseados», agregaron en la nota sin antes anotar algunos puntos políticos de «dignidad» y «valores del deporte cubano».
La realidad es llana: Cuba firmó uno de sus peores Juegos Olímpicos desde 1959 y los resultados que se utilizaban de bandera para resaltar la Revolución y su «deporte para todos» se quebró.
Aquellos tiempos acabaron, aunque en marzo pasado el presidente Miguel Díaz-Canel calificara que cinco títulos en París 2024 era un pronóstico «conservador».
Al mandatario también habrá que darle un baño de realidad sobre el deplorable estado del deporte en su isla.
«Estoy convencido de las potencialidades del deporte en Cuba y que sus representantes seguirán dando alegrías al pueblo», dijo.
La crisis del deporte en la isla no quita que Cuba haya conseguido hacer historia ni que las potencialidades de algunos atletas, como el luchador Mijaín López, sean de «otro mundo».
El pinareño de Herradura es un «fuera de clase», un Messi, un Cristiano Ronaldo, un Nadal, un tipo único en su disciplina.
Mijaín fue la gran alegría de la delegación antillana en París, al proclamarse campeón por quinta ocasión consecutiva en la lucha grecorromana.
Es el único deportista que ostenta el récord. Más allá de cuestionamientos políticos de una orilla u otra, hay que quitarse el sombrero y asumir que al «César lo que es del César».
Pero el pinareño se despidió de los Olímpicos y el deporte de alto ren