Por Fabiola Barranco
Los ojos verdes de Hamada Shaqoura miran fijamente a la cámara con un gesto serio y parece no pestañear y del que resulta difícil apartar la mirada. En el video se ve cómo este joven palestino cocina sentado en el suelo de la tienda de campaña donde vive en Gaza. Corta una cebolla, un pimiento y un tomate para hacer un sofrito en una sartén sobre el fuego de un tanque de gas, y luego añade carne enlatada. Después, envuelve esa mezcla en un pan que reboza y fríe. El resultado es un rollito crujiente que comparte con algunos niños de uno de los campos de desplazados en la Franja.
Al pie del video publicado en Instagram, su autor dice: “El sándwich de oro, hecho con un 95 % de ingredientes de ayuda humanitaria, un 5 % de amor y resistencia”. Unas palabras que definen bastante bien las recetas de Shaqoura, convertidas ya en un símbolo de resiliencia para el resto del mundo.
Este plato (y su correspondiente video) fue uno de los primeros que creó y que colgó en redes sociales. “Todo comenzó con mi deseo de cocinar comida rica y distinta de la que recibimos de la ayuda humanitaria. La reacción y la felicidad de los niños es lo que me impulsó a cocinar grandes cantidades y distribuirlas en los campamentos”, explica Shaqoura, de 32 años, en una conversación con elDiario.es. El joven cocinero aprovecha cada resquicio para conectarse a internet, lo cual le supone a veces caminar varias horas hasta encontrar cobertura.
“Antes de la guerra trabajaba en proyectos de marketing de redes sociales, especialmente en restaurantes”, apunta. Si bien es cierto que siempre aprovechó su posición como influencer para “contribuir en temas comunitarios a través de las redes sociales”, basta dar un paseo virtual por su perfil de Instagram para ver lo mucho que ha cambiado su contenido y, sobre todo, su propia vida.
Pasó de visitar restaurantes en la Franja a cocinar para familias desplazadas. De recibir comida de negocios locales y hacer su crítica gastronómica, a ver cómo caen sacos de ayuda humanitaria en paracaídas desde el cielo ―debido a que Israel limita la entrada de bienes por tierra y mar―. De mostrar la vida en Gaza, que estaba bajo bloqueo israelí desde 2007, a ser un desplazado más sin un lugar seguro en el que refugiarse. “Actualmente estoy desplazado por cuarta vez en Jan Yunis, vivo en un sitio que no está preparado para vivir, como le ocurre al resto de personas desplazadas en la Franja de Gaza”, denuncia el joven.
Más allá de su labor en Gaza, entre las zonas derruidas por los bombardeos y abarrotadas de familias en busca de un lugar seguro que no existe, Shaqoura también se ha convertido en un altavoz de cara al mundo para denunciar y mostrar las tremendas dificultades que afronta la población gazatí para alimentarse. Según el último informe de Clasificación Integrada de la Seguridad Alimentaria (IPC), en el que participan varias agencias de la ONU, el 96 % de la población de Gaza (unos 2,1 millones de personas) padece hambre de manera severa o aguda y casi medio millón de personas se enfrentan a condiciones catastróficas, esto es, pasan días enteros sin comer.
Organizaciones humanitarias han denunciado que Israel utiliza el hambre como arma de guerra, que se suma a los ataques aéreos y terrestres, y a la falta de tratamiento médico adecuado, todos ellos factores que han acabado con la vida de casi 40.000 personas desde el pasad