Foto: Roberto Morejón/Jit.
18 / agosto / 2024
Hace par de meses, comentaba en esta columna que el boxeo cubano se estaba hundiendo y ya no era ni «buque ni insignia». El tiempo y los Juegos Olímpicos de París 2024, me dieron la razón. En el Olimpo cubano los guantes ya son un lujo.
Los dos plantados, los que no podían faltar a la cita con la medalla de oro (por historial), Julio César la Cruz y Arlen López, no solo fallaron a la hora cero, sino que el camagüeyano lo hizo de manera anticipada, en su primera salida ante el cubano-azerí Loren Alfonso.
Mi primer análisis, en junio, sobre el derrumbe del boxeo cubano, llegó por la clasificación a los Olímpicos de apenas cinco púgiles y solo dos figuras sembradas. Pero el golpe de realidad en París fue más doloroso.
Arlen López consiguió una medalla de bronce que supo a poco y un debutante, el jovencito cienfueguero Erislandy Álvarez, fue quien le dio al boxeo de la isla su único título en la cita. Álvarez fue convincente en todas sus salidas, el único que no fue a pasear a la capital francesa.
«Era un rival difícil, me ganó en el Mundial 2023, y en 2024 pasó un año y pico y hubo mucho cambio en mí, y mucha mente positiva en mí. Y salí a darlo todo, a gozar, a bailar, a dar el show», dijo a la prensa acreditada en París.
El púgil cienfueguero tenía un camino espinoso para subirse a lo más alto del podio. Ante sí, un boxeador local, y no cualquiera, uno laureado: Sofiane Oumiha, a quien todos daban como favorito en casa.
Tras dos platas consecutivas en la arena internacional, Álvarez fue tras el oro y así lo confirmó: «Tengo que tener esa medalla de oro, que es lo que quiero, que es lo que quiero por los cubanos. Y la tenemos».
Pero el talento de Álvarez no puede ocultar la triste realidad del boxeo cubano que, entre la emigración constante de púgile