Abel Prieto en Casa de las Américas. Fotos: Patricia Muñoa.
La Casa de las Américas es un sitio de referencia para el arte y la cultura cubana y latinoamericana. Su labor en defensa de la idiosincrasia de nuestra región la convierte en un ícono de emancipación y lucha. Y fue precisamente en uno de sus salones donde conversamos con su director, el destacado intelectual Abel Prieto Jiménez, sobre colonización cultural, redes sociales, neofascismo y los métodos para, desde Cuba, enfrentar estos gravísimos fenómenos que amenazan nuestra nacionalidad, valores y raíces.
Periodista: Abel, usted ha afirmado que la colonización cultural en Cuba debe enfrentarse con mucha inteligencia y coherencia entre las organizaciones y organismos. ¿Qué pasos se han dado en este sentido? ¿Son suficientes, están siendo efectivos?
Abel Prieto: Uno de los dramas es que hoy esta colonización se ensaña con las nuevas generaciones: niños, adolescentes y jóvenes, quienes, además, crean adicción a los móviles. Eso es un problema global y hace sonar las alarmas con respecto a los retrocesos intelectuales. Estamos viendo una incapacidad para el aprendizaje en el mundo entero por la dependencia del móvil y la adicción que crean las redes sociales.
“Un muchacho de 15 años puede estar desde que amanece hasta que se duerme interactuando con el móvil. Muchos también se quedan de madrugada jugando en el celular o intercambiando a través de ese dispositivo. Este fenómeno está clasificado como una especie de droga que genera autismo. Hay un nuevo tipo de autismo generado por la adicción a la red y la adicción a los móviles.
“Para ilustrarlo mejor: existe un índice llamado la comprensión lectora, que mide la capacidad de un adolescente para explicar algo que leyó. Es decir, no basta con leer, tú tienes que descifrar lo leído, entender qué mensaje quiso dar ese autor. Y hoy en el mundo hay investigaciones que demuestran que esa comprensión lectora se ha reducido drásticamente en todo el orbe. De pronto, los adolescentes no saben cómo explicar lo que acaban de leer.
“No son analfabetos, pero les falta algo muy importante que es la capacidad de comprender lo que leen. Saben descifrar esas letras, esos signos, pero no entienden lo esencial de lo que están leyendo. Y eso es un drama, es una preocupación que viene de la izquierda, de la derecha y de gente conservadora.
“Existe una psicóloga norteamericana, muy católica, que cree que hay que volver a introducir la enseñanza cristiana en la escuela porque en el sistema educativo es evidente la pérdida de valores. Porque otra arista es la asociada a esta crisis intelectual, hay también una crisis de valores. Es esa característica de encerrarse en sí mismo, esa especie de incapacidad para acercarte al prójimo, según le llaman los cristianos. Recordemos que Cristo decía “ama al prójimo como a ti mismo”; es decir, nos enseñó en el amor al prójimo, y nosotros, más allá de la religión, lo fomentamos también a través de la idea de la solidaridad, Fidel decía: ‘médicos y no bombas es lo que necesita la humanidad’.
“Sobre este tema hay un aspecto relacionado con compadecer a la gente que está en situaciones difíciles, darle solidaridad. Y hoy el individualismo, el narcisismo que crean las redes sociales de internet, el fenómeno de contemplarte permanentemente, tiene que ver con la ética y los valores sobre los que se basan las conductas.
“Al igual que la psicóloga norteamericana, hay otros dos psiquiatras que han estudiado, en Gran Bretaña y en Estados Unidos, el índice de depresión grave en la adolescencia y de intentos de suicidio. Descubrieron que en 2012, el año del boom de las redes en esos dos países, muchas muchachas, entre 15 y 18 años, intentaron suicidarse o cayeron en una depresión gravísima porque en las redes aparecían los modelos de belleza, las mujeres famosas, las actrices…, y de pronto, si la muchacha no encajaba en esos prototipos caía en una crisis. Porque en esa etapa de la vida es muy importante la aceptación, y las redes permanentemente te están sometiendo a un juicio.
“Un adolescente pone una foto y quiere ver cuántos ‘Me Gusta’ tiene, cuánta gente la compartió. Y si los comentarios son despectivos, humillantes, se vuelve proclive a esta depresión y hasta llega al suicidio. Un dato que arroja el estudio de los psiquiatras antes mencionados es que en el propio Internet