LA HABANA, Cuba. – Finalmente, tras una campaña que a un tiempo inspiró esperanzas y desconfianza en grandes masas de ciudadanos de Venezuela y de toda Latinoamérica, se realizaron los esperados comicios presidenciales en la Patria del Libertador. Como se sabe, estos tuvieron lugar este domingo 28, fecha escogida… ¡por ser el cumpleaños del difunto instaurador del chavismo!
El Consejo Nacional Electoral (CNE), órgano controlado por la dictadura chavista, demoró más de lo habitual en anunciar los resultados. De hecho, esperó hasta las primeras horas del lunes. Se arguyó como justificación una “agresión contra el sistema de transmisión de datos”. Según los datos oficiales (basados en los resultados del 80% de las mesas electorales), alcanzó la victoria Nicolás Maduro, con poco más del 51% de los votos válidos.
Para empezar, esos números no se ajustan al carácter “irreversible” que —se supone— deben tener las cifras electorales para que el CNE dé por vencedor a uno de los candidatos. Según el anuncio hecho por el inefable Elvis Amoroso (diputado chavista devenido jefe del Poder Electoral) faltaban por contabilizar los resultados del 20% de las mesas. Como hubo un 59% de participación electoral, esas mesas representan unos 2.700.000 votos. La hipotética diferencia a favor de Maduro es de unos 705.000 sufragios… Por supuesto que, con esas cifras, no tiene sentido calificar de “irreversible” la “victoria” mentirosa del dictador.
Este resultado se aparta por completo de los sondeos realizados por las encuestadoras serias. Esto, como era de esperar, ha despertado la natural indignación entre los electores del país sudamericano, quienes, con toda la razón del mundo, sienten que su abrumadora voluntad de cambio ha sido violentada de manera grosera.
Pero también (algo mucho más importante) esos supuestos resultados contradicen los plasmados en las actas levantadas en las distintas mesas electorales en las cuales