Las elecciones en Venezuela, así como la polémica de su proceso y resultados, dirimen el destino de todo un pueblo. Más que la elección de un gobernante el país bolivariano se juega la continuidad o no de un modelo político, con importantes repercusiones para la región, y en particular para Cuba. Por tanto, en este texto comparto apuntes de cómo llegamos al estado actual y qué podría cambiar luego de culminar el proceso.
¿Cómo y por qué surge el chavismo?
Hugo Chávez, como figura central del movimiento, es fruto de una corriente política de la década del 70 llamada «bolivarianismo». El objetivo de esta nueva visión política era la realización de los sueños independentistas y panamericanistas de Simón Bolívar. En la década de los 70, la economía venezolana creció en gran medida por la demanda del petróleo y los altos precios en el mercado internacional. Ya para finales de los 80, dicha demanda había disminuido y por tanto los índices económicos empezaron a decaer. El llamado «caracazo» de 1989, fue la respuesta popular al paquete neoliberal que el presidente Carlos Andrés Pérez (1989- 1993) consideró como salida a la difícil situación a la cual se llegó.
En 1992, Chávez, junto a otros jóvenes militares, protagoniza un intento fallido de golpe de Estado que cimenta al futuro presidente como una figura importante de la oposición. Y si bien Fidel Castro condena el golpe, tras la liberación de Chávez en 1994, es invitado a Cuba por Eusebio Leal, y en un breve intercambio con Fidel es reconocido como un aliado potencial de la Revolución Cubana.
Con la presidencia de Rafael Caldera (1994-1999), se indultan presos políticos y existe un relativo apaciguamiento de la situación política. No obstante, no logra una mejora ostensible en la economía. Chávez utiliza esta coyuntura para desarrollar una campaña de la oposición cuyo principal marca política era realizar el sueño bolivariano de independencia económica, unión latinoamericana y democracia efectiva.
La Revolución Bolivariana
Chávez se alza victorioso en las elecciones de 1999, y ante su afinidad con las ideas de izquierda despeja dudas en una entrevista sobre la orientación socialista de su futuro gobierno: la respuesta es no. Todo parece indicar que la radicalización comienza con el Golpe de Estado de 2002. Un grupo de militares inconformes con los derroteros de la revolución secuestra al presidente y le exige su dimisión. Un mar de pueblo inunda las calles de Caracas y la situación se resuelve en pocas horas.
Desde aquí, el renovado presidente reafirma su posición a favor de un patriotismo latinoamericano, panamericanista y antimperialista. En especial, propone una forma de socialismo cristiano que une los fundamentos del marxismo con el del cristianismo, por tanto se diferenciaba de modelos como el cubano que bebieron de las corrientes soviéticas que promulgaban un ateísmo.
A esta corriente la llamó Socialismo del Siglo XXI, que además de lo antes mencionado, apostaba por una economía híbrida en la cual empresas estatales y privadas trabajaran en simbiosis, aunque en los primeros años del gobierno sucedieron diversas olas de nacionalizaciones que frustraron tal alianza en los sectores clave de la economía. Además, Chávez llega al poder por vías electorales sin alterar las estructuras del Estado, y por tanto, tenía menos libertad para radicalizar su proyecto político.
Para la región, la propuesta chavista planteaba la integración de las economías del llamado sur para hacerle frente a las formas de dominación económica provenientes de centros de poder, principalmente los Estados Unidos. En especial, y como ejemplo concreto de su programa, aniquila el proyecto imperialista e injerencista del Área de Libre Comercio de las Américas (ALCA), que ve su muerte en el 2005 durante la Cuarta Cumbre de las Américas en Mar del Plata, Argentina. Con cuestionamientos de una nueva izquierda emergente en Argentina, Brasil y Venezuela, se promueve en su lugar la Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América – Tratado de Comercio de los Pueblos o ALBA-TCP.
La Revolución se caracterizó por una fuerte labor ideológica sobre las clases más humildes de Venezuela unido a la nacionalización de la explotación de los principales recursos naturales como el petróleo, lo cual le trajo sus principales enemigos dentro de la alta burguesía. No obstante, con la entrega de alimentos, viviendas y electrodomésticos, el gobierno liquidaba una deuda histórica mientras aseguraba una base votante fiel. Y en efecto, durante el gobierno de Chávez, contó con un apoyo mayormente popular, y una férrea oposición de los medios que respondían a la lógica de los centros de poder global que se vieron afectados tanto con las nacionalizaciones como con la alternativa a los tratados de libre comercio en la región.
Del chavismo al madurismo
Con la muerte del presidente en el 2013, inicia el gobierno de Nicolás Maduro cuyo rasgo fundamental ha sido una política de plaza sitiada, y una plataforma ideológica reactiva al bloqueo norteamericano. El actual presidente gana las elecciones con un apretado margen de 50.66 votos. La oposición denunció fraude electoral y durante el 2014 Venezuela vivió un período de sangrientas manifestaciones, un aumento de los índices de criminalidad, y el hostigamiento de los Estados Unidos en conjunción con la crisis económica.
En el 2015 son convocadas elecciones parlamentarias. La Mesa de Unidad Democrática (MUD), una coalición opositora, se alza con la victoria. El gobierno comienza a bloquear las leyes del parlamento de mayoría opositora a través del Tribunal Supremo de Justicia, órgano parcializado en poder del chavismo. En agosto de 2016, el Tribunal declara en desacato a la asamblea bajo la excusa de irregularidades en la elección de tres diputados.
En 2019 se registra otra crisis de legitimidad presidencial cuando la asamblea opositora declara a Maduro como presidente ilegítimo. En su lugar, nombra a Juan Guaidó, presidente de la asamblea, como presidente de facto de Venezuela. Guaidó, figura polémica por acusaciones de corrupción, perdió rápidamente el apoyo popular. Por su parte para la propia MUD se fue disipando tanto el apoyo, como legitimidad, para apagarse lentamente en el concierto político