La Revolución bolivariana ha calado fuerte en las y los chavistas, que están dispuestos no solo a votar sino a defenderla en todos los terrenos. Foto: Yaimi Ravelo/ Resumen Latinoamericano.
El solo anuncio de la aparición del “gallo pinto” Nicolás en el gigantesco escenario instalado en la Avenida Bolívar hizo temblar de gozo a la multitud que desbordaba a lo largo y lo ancho de esa popular arteria caraqueña, y todas las avenidas y calles de alrededor. Eran 800 000, 900 000 o un millón, qué más da, eran muchos y muchas llegados en marchas bulliciosas y coloridas desde todos los barrios humildes de la capital. Y Nicolás Maduro no los volvió a defraudar, porque como dijo el Comandante Eterno Hugo Chávez, “amor con amor se paga”.
El presidente, que no tiene dudas de que va a ser reelecto después de caminar todo el país y encontrarse con escenas parecidas, en gente y emociones, recibió al soberano con un grito impresionante: “Caracas, lo volvimos a hacer”. Y tiene razón, porque el chavismo, esa mezcla de propuesta ideológica liberadora, sentimiento popular inquebrantable y metodología de acción revolucionaria, lo viene haciendo desde hace nada menos que 35 años. Dándole dignidad a los de abajo, levantando la autoestima a fuerza de adquirir conciencia de clase e ir construyendo a partir de ese momento las herramientas para avanzar hacia la patria socialista y a la vez desplegar mecanismos constantes de autodefensa ante los enemigos internos y externos.
Da gusto y sana envidia, para quien escribe esto, pensando en la actual pesadilla argentina, ver la relación familiar y potente entre el pueblo y su líder, porque Maduro es algo más que un conductor que ha sabido estar a la altura de las difíciles circunstancias que le tocó vivir desde ese momento en que Chávez le pasó el testigo para evitar que se perdiera todo lo construido. Y es esa promesa de cumplir con tan trascendente legado lo que ha ido generando esa pasión con que las mujeres y hombres, las y los jóvenes y los ancianos de ese bravo pueblo vitorearon en todo momento al presidente este jueves tan especial, en donde, además del cierre de campaña, se celebra el Día de la ciudad.
Así, el mandatario fue midiendo en su discurso la sintonía de la condena a quienes lo enfrentarán este domingo integrando las filas de la oligarquía “pitiyanqui”, al decir de Chávez, y se ensañó varias veces contra el “monigote”, “títere de la burguesía” y otros epitetos dedicados a Edmundo González, sin mencionar siquiera a la titiritera María Corina Machado. “¿Ustedes votarían el domingo a un presidente monigote manejado por los yanquis?”, “¿ustedes quieren que Venezuela se convierta en Argentina?”, le preguntó varias veces a ese pueblo agradecido, y el rugido negativo dejó en claro que la Revolución bolivariana ha calado fuerte en las y los chavistas, que están dispuestos no solo a votar, sino a defenderla en todos los terrenos.
Y así continuó durante un par de horas esa comunión antiliberal por donde se la mirara, basada en la idea de unir por abajo a todos y todas los que estén decididos a seguir protagonizando un proceso que, en el marco de la Latinoamérica caribeña de hoy, es un ejemplo de construcción revolucionaria del poder del pueblo.
En ese marco donde se reivindicó desde la religiosidad popular hasta la invalorable y cada vez más defendible experiencia de las comunas, Maduro instó a votar el 28 para que la nación no se convierta en colonia, para que no se le entregue todo los sembrado y con