Kamala Harris para Cuba
La noticia es que Kamala Harris, la actual vicepresidenta estadounidense y ahora posible candidata demócrata tras la renuncia a la candidatura del actual mandatario Joe Biden, podría tomar un camino distinto con Cuba, a juzgar por su trabajo en el cargo actual y por sus opiniones sobre Cuba cuando no estaba subordinada a Biden.
Si bien Harris no es aún la candidata oficial ya que debe pasar la votación de la Convención Nacional Demócrata en agosto para asegurar la nominación, tiene un abrumador apoyo de pejes gordos dentro del partido gobernante y será difícil que otro aspirante se lance a competir con ella, fraccionando aún más el ya resquebrajado partido luego de los múltiples incidentes que produjeron la renuncia de Biden.
La carrera profesional de Kamala Harris es sólida y muestra un crecimiento natural. Su primer cargo de alta responsabilidad fue como fiscal general del estado de California entre 2011 y 2017, y luego fue electa como Senadora Demócrata por ese mismo estado.
Al asumir la vicepresidencia, Harris recibió la tarea de promover una estrategia para enfrentar la migración desde sus raíces, como por ejemplo la falta de oportunidades económicas de las personas que luego deciden emigrar a Estados Unidos. La vicepresidenta facilitó la inversión privada para ayudar al desarrollo de países emisores de migrantes como Guatemala, El Salvador y Honduras.
Al menos 5 mil millones de dólares fueron prometidos como inversión para esos países. Lo que desluce en esa estrategia tan lógica es que en el caso de Cuba se rompe. Harris y sus asesores comprenden que la única forma de cortar la afluencia de migrantes es conociendo y atacando las causas que motivan a miles de personas a huir de sus hogares, y por tanto han promovido la inversión y las posibilidades económicas, aunque con discretos resultados. No obstante, en el caso de Cuba la política ha sido exactamente la contraria: reforzar y engordar un sistema de sanciones que empobrecen a mayores grupos poblacionales y por tanto alimentan las caravanas de cubanos que vía Nicaragua terminan en la frontera sur y luego en la Florida, en una gran mayoría de los casos viviendo de Food Stamps y aprovechándose rápidamente de los privilegios que otorga la Ley de Ajuste Cubano.
¿Cuál es la opinión de Kamala Harris sobre las relaciones que su país mantiene con Cuba?
Habría que preguntárselo ahora mismo. Pero en el pasado ha opinado que el embargo comercial debe levantarse, y en 2017 votó a favor de un proyecto de ley fallido para promover la libertad de viajes hacia Cuba.
Cuando estaba postulándose para ser candidata por su partido en 2020, su equipo de campaña respondió una encuesta enviada por el Tampa Bay Times, un periódico de la Florida, y las declaraciones fueron críticas al orden de cosas: «Estados Unidos debe levantar el fallido embargo comercial y tomar un enfoque más inteligente que empodere a la sociedad civil cubana y a la comunidad cubano-americana para promover el progreso y puedan decidir».
Por demás, Harris repitió una línea de mensaje que la administración tuvo en el pasado y que no cumplió. «Nosotros revertiremos las políticas fallidas de Trump y, como él [Biden] hizo como vicepresidente, también demandará la liberación de los presos políticos y hará de los derechos humanos el centro de las relaciones diplomáticas», afirmó en el año 2020 en una entrevista a la agencia de prensa EFE.
Esto no sucedió y las tímidas acciones de Washington con respecto a Cuba no han tenido ningún efecto concreto todavía en la dura realidad de un pueblo que vive sometido a un sistema de sanciones de aplicación extraterritorial.
En esa misma entrevista, Harris demostró un conocimiento básico sobre las medidas unilaterales coercitivas que no parece conocer la campaña de Trump: «El embargo es ley, un acto del Congreso es necesario para levantarlo o que el presidente determine que hay un gobierno democráticamente elegido en el poder en Cuba. No esperamos que eso pase en corto tiempo».
En el mismo diálogo, opinó sobre el tema central de su trabajo como vicepresidenta: «Trump está deportando a cientos de cubanos de vuelta a la dictadura y al régimen represivo que solo aumenta en su represión bajo su presidencia», y además criticó la separación de las familias cubanas por las restricciones de visitas y remesas.
Estas declaraciones significan que aún es pronto para vaticinar las posibles acciones a tener en cuenta por parte de la candidata en caso de que llegara a ser presidenta. Todo depende de a quién consulte y los intereses que se muevan por medio.
Si las decisiones van a depender del grupo que tradicionalmente ha hecho un enorme rédito político de la hostilidad con Cuba, lo cual no ha ofrecido ningún resultado coherente con el avance hacia la democracia o el incremento de la influencia estadounidense en la Isla, poco cambio puede esperarse.
Sin embargo, Harris y Biden desde sus roles observaron la selección que hizo la administración Obama para sus asesores en el tema cubano: todos líderes e influyentes, pero con una visión de acercarse a la Isla, ser parte de la realidad del país.
El oído puede ponérsele a los representantes en el Congreso, Mario Díaz Balart y María Elvira Salazar y mantener la política de Trump, o la actual, que ha tenido cambios pero muy tímidos. En cambio, también se puede escuchar al creciente número de cubanoamericanos con intereses en el país, y a un mayor número de demócratas que apoyan el acercamiento con Cuba y el cambio de estrategia, desde Barbara Lee, Pramila Jayapal, Jim McGovern o Joaquín Castro.
Harris sí es testigo de que uno de los eventos recientes que justificaron el alejamiento con Cuba fue la perfecta excusa política para complacer a sectores que querían a La Habana como enemiga. Los incidentes de salud que generaron la saga novelera mediática de «los ataques sónicos» nunca demostrados, y que fueron bautizados en ley como el Síndrome de La Habana, fue sufrido por Harris y su equipo, pero no en Cuba o sus cercanías, sino en Asia. El incidente claramente reflejado en los medios de comunicación demuestra que Harris, si no padece de amnesia, sabe que el tema de Cuba ha sido rodeo político donde se conoce bien quién termina peor: el pueblo de Cuba y dentro de este los grupos más vulnerables.
Por otra parte, las presiones externas para mantener el orden de cosas con Cuba se mantendrán, especialmente en las voces de políticos cuyo principal trabajo es mantener la hostilidad al máximo, sin ningún resultado: trabajar para que nada cambie, básicamente. No obstante, el influyente ejército tiene un soldado menos: el demócrata Bob Menéndez ya confirmó que renunciará a su asiento en el Senado en agosto después de ser declarado culpable de extorsión y de actuar como agente para un gobierno extranjero, entre otros delitos. Menéndez ha sido la voz más hostil al acercamiento con Cuba y ha puesto condicionamientos frecuentes a todo nombramiento o