Por Constanza Cilley/Latinoamérica21
La menstruación sigue siendo un tema tabú en muchas comunidades, lo que genera vergüenza y discriminación hacia las mujeres. Al momento de la menarca, o primera menstruación, la mayoría de las mujeres sostiene no haber tenido la información necesaria para transitar este cambio. Este estigma afecta negativamente a su autoestima y bienestar emocional, perpetuando la desigualdad de género y limitando su participación plena en la sociedad. A nivel global, los estudios muestran que el estigma relacionado con la menstruación está muy extendido, y especialmente las adolescentes a menudo se sienten avergonzadas o incapaces de hablar abiertamente sobre el tema.
Además, persisten numerosos mitos sobre la menstruación, como la idea de que las mujeres no deben realizar ciertas actividades durante su periodo. Estos mitos no solo limitan las oportunidades de las mujeres, sino que también refuerzan barreras que impiden su desarrollo y bienestar.
Este tema está estrechamente vinculado a la salud y la pobreza, especialmente en comunidades de bajos recursos, donde muchas mujeres enfrentan dificultades para acceder de manera segura y equitativa a los derechos de salud, como menciona el informe Econonuestra de Oxfam, y concretamente a productos de gestión menstrual. Las múltiples exclusiones que enfrentan estos grupos de la población históricamente vulnerados no se limitan a la generación de ingresos, sino también a la negación de los derechos a la salud
Esta realidad ha dado origen al concepto de pobreza menstrual, que refleja la falta de acceso a productos básicos de higiene menstrual, educación y saneamiento adecuados, lo cual impacta severamente en la calidad de vida de las mujeres económicamente vulnerables. Garantizar el acceso a una adecuada salud menstrual para todas las personas menstruantes es una responsabilidad social. Es por eso que el impacto en algunas de las condiciones necesarias (educación, infraestructura, salud, libertad, inclusión e higiene) atenta contra ella.
En Argentina, la crisis económica ha exacerbado los desafíos en la gestión menstrual. La falta de acceso a productos menstruales básicos, debido a su alto costo, obliga a muchas mujeres a priorizar su compra por encima de otras necesidades básicas, tales como alimentos, al mismo tiempo que amenaza la salud menstrual y profundiza las desigualdades sociales en el país.
Un estudio de alcance nacional