Edith Piaf y Marcel Cerdan, en un restaurante en Nueva York.
En medio de la noche, en el silencio del vuelo con destino a París, la presencia de Édith Piaf se hizo sentir. Su voz y su inconfundible temperamento llenaron la pequeña pantalla del avión, cautivando a los pasajeros una y otra vez con sus canciones. Era como si la mismísima Ciudad de la Luz clamara por reavivar su espíritu a través de aquella música.
Y es que el Gorrión de París, como muchos la conocían, no era simplemente una fuente de inspiración para los amantes de la música excelsa, sino también para quienes sentían una profunda conexión con el deporte, ese otro gran lenguaje de la vida.
Piaf, una de las artistas francesas más célebres del siglo XX, había dedicado su emblemática composición Hymne à l’amour a un hombre que había construido su reputación a base de golpes: Marcel Cerdan, el amor de su vida y el inspirador de aquella conmovedora canción, compuesta en 1949.
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Marcel Cerdan y Édith Piaf, sonrientes en Le Club des Cinq de París.
En las callejuelas de Montmartre, los vecinos sin duda alguna conocían bien a Édith Piaf y Marcel Cerdan. Sus encuentros, aunque intentaban mantenerlos en la más estricta discreción, eran harto difíciles de pasar por alto.
Se citaban en Chez Ammad, un modesto café donde es fácil imaginar las miradas cómplices, las manos temblorosas y las susurradas palabras de amor que compartían. Allí, entre el aroma del café recién molido y el humo de los cigarrillos, se tejía la apasionada historia de dos almas que parecían haber sido creadas la una para la otra.
Con el tiempo, cuando fue imposible mantener el secreto, Édith Piaf y Marcel Cerdan salieron a la luz pública. La famosa cantante se convirtió en una especie de ángel protector para el boxeador, cuidándolo y alentándolo en cada una de sus peleas.
Tanto fue así, que en 1948 Piaf llegó a comprarle a Cerdan un lujoso palacete de 335 metros cuadrados en el Bois de Boulogne, donde incluso montó un gimnasio para que el púgil entrenara durante sus estancias en París, ya que su residencia habitual estaba en Casablanca.
Según se dijo en la época, la cantante pagó la friolera de 19 millones de francos por la propiedad. Lo único que quería era tener a su amado lo más cerca posible.
En 1948 llegó el gran momento de la carrera de Marcel Cerdan: la oportunidad de pelear por el campeonato mundial de los pesos medianos contra Tony Zale.