Yanelys Núñez vive hace cuatro años en España. Cuando llegó, trabajó en bares, limpió casas, dobló ropa en mercadillos, pasó tardes tratando de captar socios para Médicos sin Fronteras en Madrid, una ciudad que ni siquiera conocía. En Cuba, Yanelys Núñez fue expulsada de su trabajo por crear el Museo de la Disidencia, un proyecto que lidera junto al artista Luis Manuel Otero Alcántara. Le dijeron que debía pasar cuatro años de «rehabilitación» para poder volver al sector de Cultura.
Yanelys es licenciada en Historia del Arte por la Universidad de La Habana y pudo reorientarse en el periodismo independiente como profesión. «No tenía ningún tipo de formación para ejercer el periodismo», apunta, pero agradece el no tener que ganarse la vida con trabajos que «en muchos casos han sido muy precarios y son los que más esfuerzo físico presuponen». Hoy colabora con varios proyectos relacionados con el arte y la cultura en la isla, pero desde el exilio.
Una de las crisis que se dan en el complejo proceso migratorio es la profesional. Caracterizada por la dificultad o imposibilidad de ejercer la profesión para la que uno se formó, la crisis profesional migratoria es uno de problemas que más golpea a aquellas personas que han dejado su país por voluntad propia o por exilio.
En los últimos años, el fenómeno migratorio desde Cuba hacia diferentes partes del mundo, en especial hacia Estados Unidos, México, Nicaragua y España ha ido en aumento. Entre 2022 y 2023, 425 000 cubanos y cubanas emigraron a Estados Unidos; México recibió 36 000 solicitudes de asilo; otros 100 000 optaron por Nicaragua como puente migratorio; y 150 000 se trasladaron a España aprovechando la ley de nietos.
Según un estudio del Instituto de Política Migratoria en Estados Unidos en 2023, el 47 % de los cubanos y cubanas que inmigraron entre 2017 y 2021 a EE. UU. tenían un título universitario. Sin embargo, la mayoría de los profesionales ha tenido que reinventarse y aceptar trabajos con los que ni siquiera estaban familiarizados o para los cuales no tenían las condiciones físicas o formativas necesarias (cuidadores de personas mayores con dificultad de movimiento, estibadores, albañiles, barrenderos…).
El quebrantar de la identidad profesional
Carlos Joaquín Blanco, máster en Intervención Psicosocial en el Desarrollo Humano, emigró a España hace poco menos de un año. En su búsqueda de empleo, constató que solamente podía acceder a trabajos en el ámbito de los cuidados, la hostelería y la construcción.
La falta de experiencia de los migrantes en estos tipos de trabajos dificulta mucho no solo encontrar empleo, sino adaptarse a ellos. «Me formé en mi profesión porque me gusta lo que hago», apunta Carlos Joaquín, «si no encuentro trabajos que tengan que ver con aquello para lo que me formé, no puedo liberar mi potencial, no puedo contribuir socialmente con lo que sé ni disfrutar de la experiencia de hacerlo».
La socióloga cubana Dayana Sotomayor, sostiene que este «proceso en el cual los profesionales de alta calificación que emigran a otro país se ven forzados a desempeñarse en empleos que no demandan su formación anterior» se traduce en la pérdida del capital intelectual cubano y su consecuencia en el desarrollo económico y social del país de origen. También tiene consecuencias para la nación de acogida que, al no validar las competencias profesionales de los migrantes, desperdicia un valioso capital humano.
Al respecto, la psicóloga cubana Diamela Prieto apunta que esta crisis «supone un quebrantar de la identidad profesional y la pérdida de motivación y deseos con los que se afronta un determinado puesto de trabajo, al no poder seguir desempeñando una labor profesional que le generaba bienestar». Lo anterior, además, pasa por un proceso de «adaptación al medio, a una nueva cultura, a un nuevo clima, incluso, y aúna varios factores que terminan por desestabilizar al migrante», afirma.
Dejar de ser uno, trabajar 23 horas al día y recibir llamadas groseras
ONU Migración apunta que las mujeres representan casi la mitad de los migrantes internacionales a nivel mundial y cada vez son más las que migran solas, incluso como jefas del hogar. Asimismo, plantea que «el sexo de una persona, su identidad de género y su orientación sexual moldean cada etapa de la experiencia migratoria».
«Esta dificultad o imposibilidad de ejercer la profesión tras migrar, afecta desproporcionadamente a las mujeres», asegura Dayana Sotomayor. Además de los múltiples factores que comparten con los hombres, «las mujeres enfrentan la doble jornada de trabajo y las responsabilidades familiares, lo que reduce su disponibilidad para recualificarse o asumir empleos que requieren largas horas o desplazamientos extensos», añade.
La psicóloga Diamela Prieto, por su parte, agrega que los estereotipos de género limitan las oportunidades laborales disponibles para las mujeres y las exponen a un clima d