La semana pasada, al reseñar el comportamiento del sector de la hostelería en la ciudad de Ciego de Ávila en la primera mitad del siglo XX, comenté que en el desarrollo de la urbe influyó el paso del ferrocarril y de la carretera central, vías que facilitaron el traslado de pasajeros, maquinarias y mercancías.
Otro factor determinante fue el fomento de una concentración industrial azucarera, 7 centrales en la jurisdicción municipal. Estas fábricas contrataron numerosos contingentes de obreros, originarios de diferentes regiones del país, sobre todo de Las Villas y Matanzas, e inmigrantes, hecho que repercutió en el aumento poblacional y la creación de asentamientos.
En la urbe, para satisfacer la demanda de inmuebles con fines comerciales, fabriles y domésticos, surgió una red de pequeñas empresas en el sector de la construcción. Durante la “Danza de los Millones”, cuando el precio del azúcar subió en los mercados internacionales debido a la Primera Guerra Mundial (1914-1918) la ciudad vivió un boom inmobiliario que acentuaba una tendencia evidente desde el segundo lustro del siglo.
Entre las obras de mayor relevancia, en el centro histórico, podemos mencionar la Casa Pérez (posteriormente Cruz Verde), la farmacia La Fe, el Teatro Iriondo y el Hotel Sevilla. Y en la segunda década, la Colonia Española, el Ayuntamiento, el Banco Canadá, el Asilo de Ancianos, la farmacia La Central, la logia masónica Modestia y la Iglesia Bautista. La edificación acelerada de nuevos repartos, la inauguración del servicio eléctrico y el acueducto, ilustran, también, los tiempos de bonanza en ese periodo.
Diario de la Marina, en su edición del 21 de enero de 1912, publicó un reportaje de P. Giralt que mencionaba los cambios:
Observamos desde el primer momento al entrar en la población, multitud de casas recién fabricadas, entre las que descuellan edificios vistosos presentados a la moderna, y muchos establecimientos propios de una gran ciudad. Todo advierte que Ciego de Ávila se encuentra en vías de un gran desarrollo en población y en industrias.
Dos años después, otro cronista de ese periódico narraba:
Hablar de este pueblo, que será, gran ciudad, es interminable (…) ya hoy no lo conozco: está vestido con trajes de gran urbe.
Término municipal de 40,000 habitantes, alberga en sus grandes avenidas hermosísimos edificios, confortables viviendas y da vida a una población local de 15,000 almas.
Sostiene casas de comercio importantísimas, casas de banca, (ahí están las firmas de Alejandro Suero Balbín, Vicente Pérez Fernández, Manuel Llada) grandes industrias y las sucursales del The Royal Bank of Canada, Banco Español y Banco Nacional.
A sus alrededores álzanse potentísimas fábricas de acero, cobijando cuanto de
moderno inventó la mecánica para elaborar azúcar. ¡Caso nuevo, dentro de la ciudad constrúyese el central Ciego de Ávila que romperá la molienda el 15 de febrero próximo!
¿Cuáles eran los emprendimientos pequeños y medianos que impulsaban estas transformaciones? Un artículo divulgado en El Pueblo, el 7 de enero de 1922, enumeraba los siguientes negocios:
3 almacenes de materiales,
7 ferreterías,
6 hojalaterías,
5 aserríos de madera,
5 tejares,
2 fábricas de mosaicos,
4 hornos de cal,
3 talleres de carpintería,
2 fábricas de piedra artificial y
2 talleres de fundición
Aserríos y carpinterías
En las primeras décadas el empleo de maderas y tejas aún tuvo un peso importante en las edificaciones. El Ayuntamiento había ordenado la demolición de las casas con techo de guano para evitar los numerosos incendios que sucedían con frecuencia. Los aserríos tuvieron, entonces, un papel fundamental.
Sobresalieron el de Manuel Iriondo de la Vara, inscrito en 1911, aunque su dueño, inmigrante procedente de Asturias, España, venía trabajando en esta actividad desde 1891. Su hermano Vicente tenía un taller en la finca El Recreo, en el sur de la urbe, y un depósito para la venta de maderas, situado en la calle Joaquín Agüero, en 1911. Ese año Manuel Álvarez Pérez registró otro aserrío, en la finca mencionada, allí también poseía una carpintería. En 1912 Enrique y Martínez inauguraba un comercio para la compra-venta de maderas, ubicado en Abraham Delgado, información que he consultado en el estudio “Negocios, talleres y ventas de materiales de construcción en Ciego de Ávila, entre 1900 y 1940”.
Uno de los aserríos más connotados en la economía de la localidad pertenecía al inmigrante español Máximo Castro, natural de La Coruña. Comenzó a funcionar bajo su administración en 1906. El volumen Cuba contemporánea. Oriente-Camagüey, editado en 1942, nos informa los siguientes datos:
El negocio gira con un capital de $ 30 000.00 gozando de un magnífico crédito comercial y teniendo sus referencias y cuentas bancarias en The Royal Bank of Canada, Banco Núñez y Casa Balbín (…) Su negocio lo extiende a todos los lugares de la República, estando en condiciones de abrir nuevos mercados en otros países, dada la gran capacidad de su producción y las magníficas maquinarias con que cuenta (…).
Al escasear la madera en la región avileña por la tala indiscriminada, empezó a comprar los bolos en el oriente cubano. Otra sociedad notable era L. Núñez e Hijo,