—Ahora sí.
—¿Ahora sí qué?
—Ahora sí echamos palante. ¿No has visto las sesiones de la Asamblea Nacional?
—¿Lo dices por eso? ¿Quieres ver un resumen de las del año pasado, del antepasado, del allá y del acullá? En cincuenta años, nada más parecido a una sesión de la Asamblea Nacional que otra sesión de la Asamblea Nacional.
—No te fijaste entonces en las intervenciones de Canel, Marrero, Salvador, Lazo… Se veían exaltados, con un muy alto grado de regaño hacia sus interlocutores. Yo diría que han asumido una política de «encabronamiento productivo».
—Los entiendo. No debe ser fácil dirigir a un pueblo tan bruto, que no acaba de llevar a vías de hecho las sabias orientaciones que nos vienen dando hace más de sesenta años.
—Si dedicáramos menos tiempo a criticarlos, llegaríamos a conclusiones menos festinadas sobre su entrega, su sacrificio, la sempiterna savia que brota por los botones de sus guayaberas. Hay ciudadanos que aún no se dan cuenta de que la redondez de sus fenotipos no responde a una alimentación especial, sino a la cantidad de horas-fondillo que dedican en su oficina a pensar en nuestras vidas.
—Y en nuestra futura muerte.
—Qué mejor ejemplo que el de la más alta fiscalización al Ministerio de la Industria Alimentaria.
—¿Ese es el organismo llamado a convertir en alimento nacional la croqueta