Fabián Rodríguez fue uno de los fundadores del movimiento skater en Cuba. Lleva casi 20 años patinando, pero actualmente no tiene tabla. Es un skater sin skate. La solución es acercarse los domingos al parque del Acapulco, en Nuevo Vedado, y deslizarse y hacer acrobacias con las patinetas que le prestan los amigos.
En este rincón de La Habana se reúnen todos los domingos en la tarde jóvenes skaters de la zona. En condiciones bastante precarias practican el deporte que aman. Ropa oscura, zapatillas Vans —en mal estado en algunos casos—, pelo largo y dos pasiones compartidas: velocidad y acrobacia sobre añejas y raídas tablas.
Pero en La Habana no solo se patina en Nuevo Vedado. Otros jóvenes se van a La Piragua, a la calle G o al Paseo del Prado. Incluso algunos se aventuran a deslizarse sobre la Avenida 23.
El skate, como muchas otras cosas, llegó tarde a Cuba. Surgido en California en los años 60 del pasado siglo no llegó a nuestra isla hasta principios del siglo XXI. Según Fabián, los primeros patinadores cubanos fueron de El Vedado, luego la cosa fue “creciendo, creciendo y creciendo, hasta que empezó a coger auge de todos los colores”.
Los skaters cubanos tuvieron su templo durante algún tiempo, construido con sus propios y escasos recursos, en Ciudad Libertad. “El terreno más completo en Cuba, con rampas, mesas y barandas”, rememora Emmanuel, joven patinador de 18 años. “Un lugar muy completo que fue la cuna de los mejores skaters cubanos”, dice. Actualmente, lamenta el joven, “está destruido y abandonado”.
Ser skater en Cuba no es tarea fácil. En la isla no existen tiendas especializadas donde comprar patinetas, repuestos para repararlas o calzado apropiado para este deporte, mucho menos equipos de seguridad, como cascos o rodilleras. Nuestros patinadores van al pelo.