Foto: Perfil de Faceook de la entrevistada.
Edelis Cabreja Loyola es una mujer un tanto especial. Es alguien que se ríe antes de hablar. No tiene miedo a expresar toda la espiral de ideas en su cabeza, y es capaz de componer una canción a partir de un agua tibia que sale por su oído.
Sus padres son los trovadores holguineros: Fernando Cabreja y Edelis Loyola. Desde pequeña la llevaban a todas las tertulias de trova y poesía. Y allí la apodaron como “la niña eléctrica”, porque corría, cantaba y bailaba toda la noche, sin recordar el significado de dormir.
Muchos eventos marcaron su vida, pero el primero fue aquella cabina de La voz del Níquel: “Mi papá comenzó a trabajar en un programa radial llamado La Piñata, donde lo mismo cantaba que hacía locución. Con 3 años mi mamá me dictaba el guion y las canciones, me lo aprendía todo de oído porque no sabía leer”, confiesa.
Junto a su padre, Fernando Cabreja. Foto: Página de Facebook La Feria de los Trovadores
La influencia musical viene de casa, un repertorio que marcó su futuro como artista, según expresa: “Mi hermano reproducía todo el tiempo a Queen, Scorpions, incluso rock de Alemania, y mis padres la música cubana con Gerardo Alfonso, Silvio Rodríguez, Carlos Varela y mucho de Polito Ibañez”. Pero nada como aquel disco de la gran Aretha Franklin. La influyó tanto, que lo cantaba día y noche y hasta trataba de imitarla.
Del juego a la pasión: el viaje de Edelis.
Para Edelis todo funcionaba como un juego, incluso cuando se graduó de la especialidad de música, en el Conservatorio José María Ochoa: “En la escuela de arte uno es un niño y cree que está jugando, uno no tiene ese pensamiento de «yo voy a ser músico»”
Pero esto no le impidió seguir creando: “Cuando estaba en el servicio social me mudé para Guantánamo y formé parte de un grupo lírico llamado Alberto Dávalos, donde hacía la voz principal, los coros y la flauta, era como un pulpo. En ese tiempo nunca dejé de escuchar el rock y se me ocurrió mezclarlo con un mundo que me tenía enamorada: el lírico. Así nació Harvest (cosecha), un disco casero de 12 canciones escritas en inglés.
Foto: Página de Facebook Confluencia
“La idea de dedicarme a la música vino más tarde, pues lo veía como algo frío y no me sentía identificada. No pensaba «quiero dedicarme a la música». Ese deseo llegó después de que regresé de Chile, a los 28 años”, comenta.
Sí, ella vivió dos años en Chile, un tiempo donde buscaba oportunidades fuera y dentro de la música. Allí se presentó en una preselección de la Universidad de las Artes Alberto Hurtado, de Santiago de Chile. Lugar que le hizo conectar con su pasión al empaparse de la música latinoamericana, y que le permitió componer de una forma más madura.
Edelis descubrió que no hay mejor trabajo que aquel que te tomas como un juego. Pero no uno sin importancia, sino uno donde compites y lo das todo. Se volvió una adicta al juego de armonizar