Gumersindo Pacheco (Cabaiguán, 1956), Sindo, para lectores y amigos —valga la redundancia— es un clásico de la literatura cubana. A lo mejor él no lo sabe. Quizás sus fieles lectores tampoco hayan caído en cuenta de su grandeza.
En él todo es natural, de modo que su forma de narrar, que parte de la asunción y la estilización de la oralidad cubana, parece más una plática familiar que un ejercicio literario. Sindo escribe simulando el habla, elevándola a una considerable posición estética, sin remedos ni vulgarizaciones: no parodia, dignifica y asume. En eso me recuerda a Onelio Jorge Cardoso. También en su modo franco de ser, de prodigarse. Uno lo lee y ya cree conocerlo de toda la vida, aunque sus experiencias y saberes de pueblerino universal disten algo de los nuestros, citadinos. Uno lo conoce, y cree haberlo leído desde siempre.
Es el feliz autor de María Virgina está de vacaciones (Ed. Casa de las Américas, La Habana, 1994), una suerte de novela de viaje y de aprendizaje, con grandes dosis de humor espontáneo y rocambolescas situaciones, que en su momento fue acogida con entusiasmo, tanto por la crítica como por los jóvenes, a los que está destinada; es un título que se sigue y se seguirá reeditando. El éxito de una obra literaria no reside en la cantidad de lectores que tenga, sino en el número de relectores que alcance.
Su bibliografía incluye, además, las novelas Esos muchachos (Ed. Gente Nueva, La Habana, 1994), María Virginia, mi amor (Ed. Norma, Bogotá, 1998), Las raíces del tamarindo (Ed. Edebé, Barcelona, 2001) El beso de Susana Bustamante (Ed. Gente Nueva, La Habana, 2011), Mañana es navidad (Ed. Iduna, Portugal, 2010), Retrato de los tigres (Ed. Eriginal Books, Miami, 2015), y La prodigiosa llave de Indalecio (Primigenios, Miami, 2023).
Tiene, también, en su haber, las colecciones de cuentos Oficio de Hormigas (Ed. Abril, La Habana,1990) y Un pie en lo alto y otras encerronas (Ed. Letras Cubanas, La Habana, 2014). En 1994 obtuvo el Premio Casa de las Américas, y en dos ocasiones (1995 y 2014) fue reconocido con el Premio de la Crítica.
Con Sindo me he tropezado, a lo largo de los años, en Cabaiguán, Santa Clara, La Habana y Miami. No es hasta ahora que consigo arrinconarlo amistosamente para hacerlo hablar de sí mismo.
1994 fue un año importantísimo para ti. Aparecieron publicadas en La Habana las novelas Esos muchachos y María Virginia está de vacaciones; esta última, Premio Casa de las Américas y, hasta el momento, tu obra más célebre. Relátanos brevemente cómo llegas a ese año, cómo te iniciaste en la literatura.
Empecé a escribir a mediados de los ochenta. Había pergeñado una docena de relatos, y no sabía cómo encaminar aquel desastre de escribir. Un día supe de los talleres literarios, y me incorporé al Rubén Martínez Villena, de Cabaiguán. Fue una época de descubrimientos, de lecturas, de un entusiasmo desmedido. En aquel taller tuve la dicha de compartir con gente como Sonia Díaz Corrales, Alberto Sicilia, Edel Morales, Eric Conde, Rosa María García… Como en el 89, por ahí, fui premiado en el Encuentro Nacional de Talleres Literarios, celebrado en Camagüey. Ya había recibido un par de menciones en el Premio David. En 1990 obtengo el premio El Caimán Barbudo, con María Virginia y yo en la Luna de Valencia, y sale mi primer libro de cuentos, Oficio de hormigas, por Letras Cubanas. Como bien dices, el 94 fue un año tremendo, con la edición de esas novelas.
¿Cometiste poemas en los inicios?
Por supuesto. Pero decidí no profanar más la poesía, y me retiré a tiempo.
Cuéntanos de María Virginia. ¿Es pura invención? ¿Tienes algún modelo? ¿Alguien se ha reconocido en el dibujo que haces de ese personaje?
No exactamente. Viene siendo como un compendio de muchachas; no solo que yo amé, sino también de otras con las cuales me relacioné; y con todo ese material se fue formando María Virginia. Creo que el diseño de personajes tiene una mística muy extraña, no todos surgen de la misma manera. El asunto es que, de alguna forma, toman vida propi