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Fernando Ravsberg: «Ese es el pecado: hacer periodismo»

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Transcripción del episodio Bonus y final de temporada de La Sobremesa: «En Cuba hay muy buenos periodistas y una pésima prensa, con Fernando Ravsberg».

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[Música de presentación]

Mariana Camejo (MC): Hola a los que nos están viendo o nos están escuchando a través de las plataformas de audio. Estamos de nuevo en La Sobremesa, un podcast de La Joven Cuba, donde hablamos con la ligereza y el desparpajo de quien está en la sala de su casa.

Jorge Bacallao (JB): Bueno, mira, ahora que tú dices «sala de tu casa», es algo que yo siempre te he querido preguntar, porque me interesa la vida de los periodistas. ¿Cómo funciona la cosa? ¿Tú te levantas y vas directo a ver las noticias, así sin desayunar? ¿Cómo hace el periodista?

(MC): Yo tengo la costumbre de levantarme a eso de las 5 de la mañana y hago una revisión de la prensa. Claro que sí.

(JB): El periodista tiene que estar informado.

(MC): Tiene que estar informado.

(JB): Es como llegar a un gimnasio y ver a un entrenador con sobrepeso.

(MC): Pero, no me hagas más preguntas de periodismo, porque de eso vamos a estar hablando hoy con un invitado de lujo. Así que vamos a hacer una pausa y empezamos.

(JB): No se mueva de ahí, que se pierde el principio.

[Música]

(MC): Hoy La Sobremesa va a entrevistar a un entrevistador. Un periodista uruguayo con una amplísima experiencia como reportero en países de América Latina. Quien fuera, además, alrededor de 20 años corresponsal de la BBC en Cuba y autor de aquel blog tan leído que fue «Cartas desde Cuba». Bienvenido, Fernando Ravsberg.

(JB): Yo era un destinatario de esas «Cartas». Yo las cogía antes de que las echaran al buzón. «Calenticas» las cogía yo. Las esperábamos. ¿Cuándo salían?

Fernando Ravsberg (FR): Salían los jueves.

(JB): Y yo desde el martes estaba nervioso.

(FR): Mucha gente era fiel a leerlas, pero no era solo por el texto. Tenía un complemento que era la opinión de la gente. Habíamos logrado un grupo de gente inteligente, dando ideas inteligentes, con criterios totalmente diferentes. Ese buen ambiente, en ese respeto de debate, era lo que complementaba cada carta que yo escribía. Entonces la carta era la «cartita», o sea, todo lo demás era lo que generaba. Era nada más que el motor de arranque. Aprendía muchísimo leyendo los comentarios.

(JB): Claro, la gente saltaba la carta y seguía el comentario abajo.

La crisis del periodismo

(MC): Potenciaba un debate ahí interesante. Ravsberg, hoy el periodismo ha cambiado, no es el periodismo tradicional de aquel periodista sentado frente a su máquina de escribir. Hay multiplicidad de formatos, nuevos roles… ¿Cuál tú crees que sea hoy el estado del periodismo?

(FR): Creo que estamos en un momento complejo. Yo nunca estuve mucho tiempo sentado. No me gustaba mucho el trabajo de oficina. Cada vez que había posibilidades de ir a hacer una cobertura a algún lado, me iba. Pero creo que ha cambiado en otros aspectos. Digamos, de alguna manera ha habido una apropiación más general de los medios y un uso de estos con fines económicos, políticos, religiosos, de acuerdo al interés que se haya posesionado detrás de ese medio. Por ejemplo, en América Latina, hay medios a favor de gobiernos o para derrocar gobiernos. En el caso de Europa, con la guerra de Ucrania se polarizó completamente el tema mediático, a tal punto, que yo recuerde, en mi vida había visto censura así. O sea, RT no se puede ver. Los europeos no pueden verla. Punto. ¿Por qué? Porque decimos nosotros que ustedes no pueden verla. Está atravesando un momento difícil el periodismo ahora, donde respondes a intereses de un tipo o de otro, y cada vez más claramente. Lo que antes se podía hablar de Cuba, que respondía a intereses de forma transparente, hoy se está generalizando. Yo lo viví en otros momentos con medios privados, pero hoy es mucho más general.

(MC): También hay más polarización política a raíz de eso.

(FR): Hay más polarización política y no cumplimos siempre el objetivo que deberíamos cumplir que es el de servidores públicos, informándole a la gente lo que está ocurriendo, sino que le informamos a veces lo que nuestro patrón nos permite o le conviene que le informemos, y obviamos otras cosas.

No cumplimos siempre el objetivo que deberíamos cumplir que es el de servidores públicos, informándole a la gente lo que está ocurriendo.

(JB): Bueno, se viene hablando desde hace mucho tiempo de un augurio de muerte de la prensa escrita, de los periódicos impresos, a raíz de las redes sociales, internet, la inteligencia artificial. ¿Cuánta salud tú crees que tiene ahora mismo ese periódico que uno coge con las manos y puede oler todavía?

(FR): Yo creo que poca. Pero no es muy importante. Lo que estamos cambiando es el formato. El dónde ponemos la información. Lo más grave me parece a mí es cuando estamos cambiando los contenidos y haciendo contenidos con otros fines que no son el de informar. Yo no creo en la información absolutamente objetiva, porque cuando la elijo ya dejó de ser objetiva. Pero sí creo en que debo tratar de acercarme lo más posible a la objetividad; tratar de darle la versión más real que pueda, salvando quién soy, de dónde vengo, mi historia y todas esas cosas que siempre van a filtrar. Esa debe ser la voluntad.

En este momento tenemos muchos problemas, no solamente de los patrones, sino de los asesinatos y el peligro que estamos viviendo.

(MC): En América Latina eso es un problema serio.

(FR): Tengo amigos en México que han estado huyendo, han tenido que cambiar de país. Yo impartí clases en la universidad de Baja California Sur y realmente las cosas que enfrentaban esos colegas eran terribles. O sea, digamos, «si vuelves a repetir tal cosa te matamos a ti, a tu mujer y a tus hijos». «Y, además, tienes que aceptar dinero». «No, yo no voy a hablar más, pero no quiero dinero». «Si no aceptas el dinero te vamos a matar a ti, a tu mujer y a tus hijos». Cuando tú llegas a esas cosas dices «bueno, ¿y qué hago?». «¿Realmente vale la pena por la información que estoy tirando que maten a mis hijos?». Estamos hablando de temas difíciles, problemas éticos. Tal vez si no me hubieran hecho dejarlo, lo hubiera dejado, pero no sé. Yo creo que es un momento muy complejo, y el problema fundamental no es el formato donde entregamos el mensaje, sino el mensaje mismo.

(JB): Para ser «puntilloso», aunque ahorita empezaste a responder algo de eso sin que te preguntáramos: si te pedimos que definas la misión del periodista, ¿qué nos puedes decir?

(FR): Cuando hablo con colegas más jóvenes mi planteo es que somos servidores públicos, como los basureros. Los basureros tienen que guardar, esconder, botar la basura, y a nosotros muchas veces nos va a tocar mostrar la basura. Por supuesto, los que arrojan la basura o los que están chapoteando en ella no les gusta que la mostremos. Y con la misma fuerza que mostramos esa basura, también hay que mostrar las zonas limpias, ¿verdad? Pero, al final, somos servidores públicos. Deberíamos ser personas que estén al servicio de la gente, al servicio de informar a la gente. Ese debería ser nuestro ideal como periodistas, no el protagonismo, lo cual se hace difícil para una profesión donde trabajas solo, donde das la cara y la gente te conoce. Luchar contra ese protagonismo que te sale y decir «yo soy tu empleado y mi trabajo es darte la información todas las mañanas».

Los basureros tienen que guardar, esconder, botar la basura, y a nosotros muchas veces nos va a tocar mostrar la basura.

Periodismo y propaganda

(MC): Pero hay gente que piensa que la misión del periodismo en un país capitalista no puede ser la misma misión del periodismo en un país socialista. ¿Qué tú opinas de eso?

(FR): Algo parecido le plantearon a Cortázar en el año 62 cuando vino acá de visita. Le hablaron de «literatura revolucionaria» y «literatura contrarrevolucionaria» y Cortázar le dijo: «Hay dos literaturas. Una buena y una mala, y la buena es por esencia revolucionaria». Pero si tú te pones a tratar de hacer literatura revolucionaria lo que vas a hacer es mala literatura. Entonces, yo creo que con el periodismo pasa algo parecido. O sea, no hay periodismo revolucionario, lo que es revolucionario es decir la verdad en el periodismo. Eso es lo que es revolucionario.

Si, por ejemplo, yo denuncio que hubo 33 pacientes fallecidos en el Hospital Psiquiátrico, ¿eso qué es? ¿Periodismo revolucionario o periodismo contrarrevolucionario? ¡Eso es periodismo! Es estar al servicio, y estar al servicio de las familias y pedir justicia. Que se investigue y se haga justicia sobre esas víctimas que eran inocentes. Esa es para mí la esencia del periodismo. Me ha traído muchos problemas, no solamente aquí. Me recuerdo mi jefe en Suecia decirme un día: «A ver, macho, ¿a qué país te mando?, porque ya no me quedan casi países. Cada país, no puedes volver a entrar. Te mando y cuando sales no te puedo volver a entrar». Entonces, dice, «vas a tener que cambiar el estilo para poder regresar a hacer otro trabajo».  

(JB): ¿Qué pasa cuando el periodismo se utiliza como vocería política?

(FR):  Yo pienso que se convierte en propaganda y hay propaganda buena y propaganda mala. El periodismo convertido en propaganda no necesariamente es bueno. Pienso que, por ejemplo, la parte de propaganda del periodismo cubano es muy mala, pero malísima. Todo el mundo se da cuenta que es propaganda. Cuando tú te das cuenta de que te están queriendo vender algo, ya empezamos mal. Como publicidad es malo. Tú tienes que comprar sin darte cuenta que te están vendiendo. Tienes propaganda muy buena, o sea, periodismo/propaganda muy buena en Estados Unidos. En eso, EE.UU. para mí es realmente el sumo. Lo hacen muy bien. No es el periodismo al que yo aspiro.

La parte de propaganda del periodismo cubano es muy mala, pero malísima. Todo el mundo se da cuenta que es propaganda.

(JB): Pero la manufactura es de primera.

(FR): La parte técnica la hacen muy bien.

(MC): Tienen todos los recursos también.

(FR): Pero no es lo único. Y en estos tiempos ya no necesitamos los rec

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