A diferencia del personaje de la novela corta de García Márquez, el primer coronel Mario Méndez Mayedo sí tiene quien le escriba. De hecho, tantos como puedan concebirse: ha recibido a su nombre, o redireccionados a su interés, miles de comentarios, consultas, felicitaciones, observaciones y propuestas.
No es para menos. Durante semanas ha sido y es el rostro más visible del proyecto de Ley de Migración, tanto en los medios oficiales y no, así como en las redes sociales donde se debaten vivamente sus contenidos. Cuba es ya un país con más de 2,5 millones de migrantes —alrededor de un cuarto de la población residente en la isla. Y muchos más cubanos —cómo saber cuántos— pretenden o sueñan con convertirse en migrantes.
Desde la segunda mitad del siglo XIX, por diversas causas y procesos internos y externos, el flujo migratorio externo ha sido un fenómeno constante en la isla, sobre todo imantado por el vecino Estados Unidos, máximo receptor de esos movimientos poblacionales.
Tal dinámica ha tenido y tiene implicaciones y consecuencias disruptivas, desde excesos, tragedias familiares, golpes y contragolpes geopolíticos, hasta expandirse hacia los pliegues más recónditos de la sentimentalidad nacional y los imaginarios culturales.
En ese devenir, con la revolución del 59 como punto de inflexión en la historia, una diáspora presente en más de un centenar de países de cuatro continentes es la confirmación de las proporciones gigantescas del fenómeno migratorio, transversal a toda la sociedad insular, que demográficamente decrece y que ya no llegará a 12 millones de habitantes.
La emigración cubana, por tanto, es la otra cara de la nación y cualquier proyecto político está obligado a sumarla, no como apéndice, sino como pieza natural de su integridad en un plano de horizontalidad funcional, ética y simbólica.
Interlocutor de maneras reposadas y conversación fluida, Méndez Mayedo es el jefe de la Dirección de Identificación, Inmigración y Extranjería, del Ministerio del Interior (Minint), y su agenda pública, dada la proximidad de la discusión del borrador de la ley en la Asamblea Nacional a mitad del presente julio, ha contenido una seguidilla de sesiones expositivas y de discusión en el espacio institucional, además de una reciente rueda de prensa con medios cubanos y extranjeros.
El alto cargo al frente de uno de los departamentos que, por los sucesos diarios en materia migratoria, se presume uno de los más agitados de la cartera del Interior, separó casi 40 minutos para ocuparse de una entrevista con OnCuba.
A manera de primicia, reveló que el proyecto de ley —en este minuto un trabajo en progreso— continúa asimilando la influencia de la opinión pública y por tanto tendrá cambios en su redacción cuando sea presentado a los diputados para su aprobación o rechazo.
Ley y demografía
En 2023 la población cubana mantuvo la tendencia al envejecimiento y al decrecimiento natural. Durante el periodo se registraron alrededor de 90 300 nacimientos, la cifra más baja de las últimas seis décadas. Se afirma que la población cubana ya no llegará a los 12 millones de habitantes y ahora, con la actual dinámica migratoria en crecimiento constante ¿cómo podría esta nueva ley de Migración ayudar a disminuir o ralentizar esa sangría crítica de la población en Cuba?
Un primer ángulo es la objetividad de esas estadísticas. Las estadísticas de la ONEI tienen un respaldo y establecen una base estadística del país de diferentes sectores y organismos. En el caso migratorio, es el Ministerio del Interior quien aporta esa información; pero, a diferencia de otros países no es por estimados, es objetiva y además tiene respaldo legal. O sea, los análisis de la ONEI se apoyan en la ley actual que define los 24 meses para declarar emigrado a una persona que reside fuera del país.
Sin embargo, en la práctica ocurre que estamos dejando de emigrar porque estamos en moratoria. O sea, que la reducción de las cifras que se reportan por la ONEI no es la reducción real que está ocurriendo en la población migratoria cubana. No se trata de una dificultad de la ONEI; es que ya hay consenso de analizar el criterio de “población efectiva”.
Cuando la ONEI publique los datos de cierre de 2023, ya tendría aplicado un concepto de población efectiva, un término más acorde a las exigencias estadísticas.
Esos datos deben reflejar una tendencia al decrecimiento de la población cubana, podríamos decir una tendencia acentuada del decrecimiento. También hay una arista que es de nacimientos, donde también se observa un decrecimiento. Esos dos indicadores confirman que hay un decrecimiento de la población cubana. La ley de Migración contribuye a tener respaldo para una mayor objetividad en la cifra que damos. Es el principal aporte que ofrece este proyecto de ley.
También tiene implicaciones en Derecho y en categorías migratorias. La ley podría crear las condiciones para que se refuerce algo que es lógico en los flujos migratorios (estar en un lado y en el otro, el proceso de circularidad, etc.) y damos mayores facilidades a los extranjeros para radicarse aquí.
Hoy un residente permanente, para obtener esa condición, se enfrenta a un proceso muy cerrado. Hay que estar casado y tener hijos. Ahora vamos a dar otras facilidades. Por ejemplo, a un extranjero que ha estado aquí por negocios, que ha vivido aquí por veinte o treinta años y le gusta Cuba, vamos a darle facilidades y podemos tener un incremento de los extranjeros residentes en el país. Con las modificaciones presentes en la ley se atempera esa realidad un poco a las tendencias internacionales. No estoy diciendo que vamos a incrementar la población cubana con extranjeros, no es la idea…
Se descarta que sea una manera para estimular la inmigración…
No estamos estimulando la inmigración, pero es un fenómeno que está presente y nos parece que la ley de Migración puramente no resuelve esto, más bien busca objetividad en los datos. Pero sí crea las bases para que en el entramado jurídico y legislativo de Cuba se ajusten conceptos y categorías que favorezcan ese retorno paulatino, indirecto, de cubanos, que dependerá mucho de la estabilidad económica y de la reversión de la situación actual.
En intervenciones públicas Ud. ha hecho notar que la ley establece un reconocimiento de cubanos de tercera generación nacidos fuera de la isla y eso también sería un aporte de la norma para enfrentar de alguna manera el decrecimiento demográfico.
Correcto. Por lo general, la mayoría de las residencias de la ciudadanía cubana que estamos otorgando, o sea, la respuesta positiva a solicitudes de ciudadanía cubana a hijos cubanos en el exterior —y que por tanto su vida la hacen en el exterior—, es un aporte a nuestra demografía. Eso va a las estadísticas. Objetivamente están residiendo en el exterior; y en el caso de los nietos ocurre lo mismo. O sea, todo está en dependencia de que una parte de ellos, a futuro, pasen a residir en Cuba en paralelo a la residencia en el exterior. O sea, la ley extiende hasta los nietos la obtención de la ciudadanía cubana.
Categorías migratorias
Si como han reiterado las autoridades los derechos patrimoniales de aquellos cubanos que han salido del país, y que desde 2012 son considerados residentes en el exterior no se perderán bajo ninguna circunstancia. ¿Cuál es la pertinencia, las ventajas comparativas de una figura como la residencia efectiva migratoria frente al estatus de residente en el exterior? Si estos cubanos que se declaran residentes en el exterior gozan de todas estas prerrogativas y estos derechos patrimoniales, ¿por qué no quedarnos ahí en lugar de diseñar otra categoría, que además presenta determinadas exigencias temporales y de permanencia en el territorio? ¿Podría presumirse que habrá diferencias de deberes y derechos entre ambas categorías? ¿Cómo se insertan en la nueva ley aquellas personas que se han acogido a la repatriación?
Hay una realidad migratoria que tenemos que revertir: la obsolescencia del término de 24 meses. Ya venía siendo poco práctico, porque la residencia permanente en Cuba hasta los 24 meses y unos días en el exterior podría implicar en algunos casos que la mantuvieran, lo cual es una ficción en la práctica.