Los astros de la política se han alineado entre Beijing y La Habana, a juzgar por la reiteración de visitas mutuas de alto nivel y la presencia creciente de negocios chinos en la mayor de las Antillas. Tras una amenaza de distanciamiento comercial entre ambos países por fallas en los nexos financieros bilaterales, las relaciones vuelven a fluir en sectores económicos y tecnológicos disímiles.
El año actual transcurre con repercusión mediática constante de acuerdos y visitas entre ambos gobiernos. Los convenios en marcha apuntan a la energía, el transporte y el turismo, entre otros sectores seguidos en la prensa y en las redes sociales. También privilegian la producción de medicamentos mediante la biotecnología.
A las visitas de representaciones gubernamentales desde el año pasado y la firma de nuevos memorandos y acuerdos le ha seguido un intercambio que se había enfriado antes por incumplimiento de compromisos comerciales de La Habana con Beijing, La nación antillana había asumido mejor el pago de la deuda gubernamental.
Para reexaminar estos vínculos, China consideró la crisis económica que afronta Cuba en medio de un desgastante bloqueo económico al que la somete Estados Unidos, rival geopolítico y económico de Beijing.
Con energía
Cuba emprendió este año una aceleración del programa de transformación de su matriz energética, implementado lentamente desde que se concibió hace una década.
Como primer paso, el gobierno inauguró en junio tres parques fotovoltaicos donados por la Agencia China de Cooperación y Desarrollo Internacional. Estas instalaciones, ubicadas en las provincias de Villa Clara, Ciego de Ávila y Holguín, agregan al Sistema Eléctrico Nacional una capacidad de generación de 12 megaWatts (MW).
Este regalo chino iguala a la cantidad de parque