Por Agustina Soledad Rimondi Melneciuc, Universidad Camilo José Cela
El meme puede considerarse un interlocutor irreverente de la realidad. A medio camino entre el grotesco y el absurdo, el meme a menudo manifiesta una voluntad de denuncia o bien de ruptura tragicómica con un orden establecido. Con una mirada irónica, los memes se nutren de lo cotidiano y lo vierten, desmitificado, en las redes sociales. En ellas se entienden por contexto y crean comunidad.
Hay numerosos estudios sobre la naturaleza de los memes. Pueden ser un recurso identitario o de señalamiento del otro. Aquí profundizamos sobre la idea del meme como una pequeña rebelión cotidiana. La rebelión puede partir del humorismo, la burla o la sátira, pero siempre nos hace más digerible la realidad gracias a la liberación de energía psíquica señalada por Freud. La pregunta podría ser, entonces: ¿para qué usamos los memes?
Puede resultar útil una primera distinción entre comicidad y humorismo (sin perder de vista que las clasificaciones en humanidades siempre son cuestionables).
La comicidad se puede interpretar como un espectáculo del error que señala un elemento del funcionamiento social o bien que deposita la comicidad en un tercero.
El humorismo, por su parte, consiste en reírnos de nosotros mismos en una situación adversa. Sirve para recordarnos la modestia y la limitación de la condición humana y es, a la vez, elevación, ya que nos permite la lucidez del consuelo, tal y como afirma el filósofo británico Simon Critchley en su inestimable ensayo Sobre el humor.
El microcarnaval digital
En el ámbito de la comicidad, si se piensa el meme como un recurso burlesco y satírico hacia las normas sociales o hacia el poder, se podría vincular con la noción de carnaval medieval del historiador y filósofo del lenguaje Mijaíl Bajtin, quien ve lo carnavalesco como un humor festivo, un patrimonio del pueblo entre el desafío a la autoridad y la renovación.
En los memes, a través de motes, degradaciones, caricaturas, espíritu festivo y alborotado, se recrea una suerte de microcarnaval digital que atiende, entusiasmado, a los acontecimientos. Desde esta perspectiva bajtiniana, el meme sería un depurador de realidad que la degrada para regenerarla y hacerla asumible en el común de los ciudadanos.
En ocasiones, el meme alimenta una agresividad que apunta a una persona o grupo en concreto. Según Freud, se trataría de un chiste tendencioso hostil destinado a la agresión. Probablemente este sería el lado más oscuro del meme, puesto que podría servir para propagar los discursos del odio.
Esta utilización del humor, del “nosotros” en contra del “ellos”, es explicada por Critchley como un fe