Las crisis generan oportunidades. ¿Qué duda cabe de que la pandemia de COVID-19 fue la mayor crisis sanitaria que vivieron Cuba y el mundo en el último siglo? En medio del dolor por las vidas perdidas y las consecuencias económicas que todavía hoy se sienten, durante esos meses se aprovecharon al máximo la inventiva y la capacidad de la ciencia y la medicina cubanas con el objetivo de brindar la mejor atención posible a quienes padecieron el virus.
En esos meses entraron al mercado nacional una serie de medicamentos y productos farmacéuticos que salvaron miles de vidas. Esta sección dedicó un artículo a uno de ellos, la Jusvinza, que, aunque había sido creada para el tratamiento de la artritis reumatoidea, demostró ser efectiva en pacientes con formas graves de COVID-19.
Otro de los fármacos que comenzaron a utilizarse en hospitales, en especial en las unidades de terapia intensiva del país es la Biomodulina T (BMT). Se trata, de acuerdo con un documento emitido por la agencia reguladora cubana, CECMED, de un medicamento con “actividad inmunomoduladora”, es decir que ayuda a regular las defensas del organismo y está indicado en pacientes “con una disfunción (alteración) inmunológica principalmente de tipo celular, como infecciones a repetición en el adulto y adulto mayor”.
El timo, un gran desconocido
Antes de continuar hablando de la Biomodulina T debemos hacer un alto para hablar de un órgano prácticamente desconocido, incluso dentro del gremio médico, y muy ligado a la BMT: el timo. Se trata de la última de las grandes glándulas en ser estudiada por la ciencia médica.
Su nombre se debe a su parecido con la flor del tomillo (Thymus vulgaris). De acuerdo con un artículo aparecido en una revista médica cubana, las primeras referencias a este órgano se deben a Galeno, quien en el siglo II pensaba que su función era “la purificación del sistema nervioso”.
Desde entonces y durante diecisiete siglos se le atribuyeron diversas y, en algunos casos, desconcertantes funciones. No fue hasta 1961 que el inmunólogo australiano Jaques Miller descubrió su vital papel dentro del sistema inmune (de defensa).
Se trata de un órgano constituido por distintos compartimientos donde encontramos linfocitos (células defensivas) pequeños muy bien empaquetados, llamados timocitos y rodeados de células “cuidadoras” o “enfermeras” (nurse cells). Estas últimas tienen una función esencial en la maduración de los timocitos, es decir, ayudan a que adquieran las características necesarias para que ejerzan sus funciones.
Los linfocitos T (la “T” se debe a que maduran en el timo) son un grupo celular del que todos hemos oído hablar y que tienen variadas e imprescindibles funciones dentro del sistema inmunológico. Para que se tenga una idea de su importancia, el VIH, sin la medicación oportuna con que se cuenta en la actualidad, destruye un grupo de estos linfocitos, lo cual tiene consecuencias terribles para los enfermos.
Además de las maduración de las células T, el timo produce un grupo de sustancias hormonales llamados factores tímicos. Estos tienen la función de regular la respuesta del sistema inmunológico, estimulando o frenándolo, según se necesite.
Una particularidad de este órgano es que después de la pubertad se inicia en él un proceso de involución que termina en la sexta década de la vida. Durante este proceso la glándula disminuye de tamaño, peso y actividad. Esto tendrá dramáticas consecuencias para la capacidad del organismo de defenderse frente a distintos antígenos, como virus y bacterias. Lo anterior forma parte de un proceso conocido como inmunosenescencia y explica por qué con la edad somos más propensos a padecer enfermedades.
¿Qué es la inmunosenescencia?
El sistema inmunológico, como cualquier otro sistema, es afectado por el envejecimiento. Al conjunto de cambios fisiológicos que ocurren con la edad es a lo que se denomina inmunosenescencia, de acuerdo con un artículo especializado.
A esta se le achaca el aumento de la aparición enfermedades infecciosas, autoinmunes, distintos tipos cáncer y una menor efectividad de las vacunas. Además, se considera que está en la génesis de enfermedades crónicas no transmisibles como la hipertensión, la diabetes, y patologías neurodegenerativas como el Parkinson y el Alzheimer.
¿Pero qué tiene esto que ver con la Biomodulina T? Pues es un hecho que la involución del timo juega un papel fundamental en la inmunosenescencia y, como es lógico, en la aparición de las enfermedades a las que nos referimos antes.
En esencia, esto ocurre porque los linfocitos T disminuyen en cantidad y, además, varían las proporciones entre sus distintas poblaciones (en el organismo hay más de un tipo de linfocitos T).
Lo anterior, aunque se considere un cambio adaptativo del organismo, nos deja expuestos a una serie de antígenos, en especial a aquellos a los que no nos hemos enfrentado antes y también a las células cancerígenas, el enemigo interno, y disminuye la efectividad de las vacunas.
El camino de la Biomodulina T: 1984 a 1993
Esto lo sabía un grupo de investigadores cubanos del Laboratorio de Biomodulares, perteneciente en aquel momento a Cubanacán S.A., dirigidos por el Dr. Román R. Rodríguez Martín, quienes en 1984 comenzaron a buscar un medicamento que revirtiera, al menos en parte, la inmunosenescencia. Ese es el punto inicial en el camino de la BMT, que, según un artículo aparecido en una revista médica cubana, es “un extracto diafiltrado de timo de ternera”. ¿Qué significa?
La diafiltración es un proceso que busca la separación y purificación de una sustancia con respecto a otras contenidas en una solución. Se trata de una combinación de dilución (se agrega agua) en condiciones muy controladas, por supuesto, y filtración a través de membranas. Esto se hace en varios ciclos hasta obtener un compuesto con las condiciones de pureza requeridas.
De acuerdo con un artículo aparecido en el sitio Europe PMC, esta primera etapa de concepción y obtención del producto, así como el desarrollo de un método reproducible para su producción, llevó cerca de diez años, desde 1984 has