—¿No crees que se les va la mano con los reconocimientos?
—¿Lo dices por lo de «Mujer de Ciencia» que se le acaba de otorgar a Lis Cuesta?
—Ese es más comprensible. No debe ser fácil para el «dictador de su corazón» llegar a casa y que su mujer lo increpe por concentrar sobre sí todos los epítetos y altisonancias. El error está en el concedido a Canel por «su labor científica y humana».
—¿Error por qué?
—Porque hubiera sido más inteligente proclamar Doctor Honoris Causa a quien se le ocurrió el tamaño disparate de entregarle similar condición al compañero Lazo. Ya eso constituía el acontecimiento científico del año.
—Al presidente de la Asamblea Nacional había que premiarlo de algún modo, por sus aportes a la Teoría del Reflejo Condicionado. Transformó el concepto de pluralidad en unánime instinto de elevar la mano para aprobar cualquier cosa. El esfuerzo intelectual que tal hazaña implica era la cúspide de su carrera. Designarlo además presidente del Consejo de Estado provocó un cortocircuito en su ya exigido entendimiento. Pero ahí está, al frente de otra tarea, como si no pasara nada.
—Es que no pasa nada.
—Pareciera que sí. ¿No es ese un enorme reto?
—¿Me estás diciendo que hay que premiar al presidente porque con él pasa mucho menos?
—¡Cómo dices! Nunca, oye