La noticia es que cuatro países distintos han enviado embarcaciones defensivas a bahías cubanas, en una especie de disputa simbólica por la Isla.
La semana pasada fue noticia un submarino de propulsión nuclear ruso y una fragata de ese país que llegaron a la Bahía de La Habana. Curiosos se agolparon en el muro que delimita la ciudad para observar el llamativo vehículo encallado a unos 145 kilómetros de Estados Unidos. Esto tiene lugar en un contexto de guerra entre Rusia y Ucrania con la imprescindible ayuda de Washington, y cuando pocas horas después Vladimir Putin estrechaba la mano en un cálido encuentro con Kim Jong Un.
El Ministro de Exteriores cubano, así como el Ministerio de las Fuerzas Armadas afirmaron que ninguna de las embarcaciones rusas tenían armas nucleares abordo, por lo que no suponían un peligro para la región.
La visita de la flota rusa a la calurosa Habana motivó, aparentemente, la presencia de otro submarino en aguas que rodean Cuba, pero no bajo jurisdicción cubana. El submarino nuclear USS Helena de la Marina estadounidense pululó por la bahía de Guantánamo, bajo control de la Base Naval que allí Washington mantiene en contra de la voluntad del Estado cubano.
Como si fuera poco, y coincidiendo en La Habana con el submarino y la fragata rusa, llegó el buque HMCS Margaret Brooke, un patrullero de la Marina Real Canadiense. Si bien es frecuente que buques escuelas, o de armadas del mundo visiten La Habana, resulta infrecuente la simultaneidad.
La decisión de enviar un buque defensivo al puerto de La Habana que yació al lado del submarino ruso responde a una decisión del ministro canadiense de Defensa, Bill Blair.
«Esto fue un resultado directo de una petición que me hizo el comandante de las operaciones conjuntas y del almirante a cargo de la Marina Real Canadiense», afirmó Blair.
Blair respondió a cuestionamientos de la prensa sobre esto, y justificó que la visita del barco canadiense demostraba la presencia de capacidad naval de su país, y su compromiso con la seguridad de las aguas abiertas de las Américas. «Fue una misión militar», dijo el alto funcionario sobre el envío de un barco de guerra a un país que no está en guerra.
La acción defensiva ante Rusia en aguas habaneras no pasó sin penas ni glorias para el escenario político canadiense. El miembro del partido conservador que está en la oposición de Justin Trudeau, James Bezan dijo en la Cámara baja que estaba muy disgustado por la decisión de enviar al HMCS Margaret Brooke a La Habana.
Más adelante, el opositor publicó una declaración diciendo que la marina canadiense estaba bajo presiones financieras y que era incomprensible y desconcertante que Trudeau no escatimara en gastos enviando un buque naval canadiense para honrar a una «dictadura comunista» al lado de un buque de la marina rusa.
El gobierno liberal del actual primer ministro ha tenido una relación cercana con La Habana, como ha sido habitual en ese partido, y considerando que para Cuba los canadienses son el principal mercado turístico, ambas naciones han sido capaces de construir una relación provechosa, respetuosa y con presencia inversora —en el margen que dejan las sanciones norteamericanas—. Puede decirse entonces que Canadá es un cercano aliado de Estados Unidos pero un fraternal vecino para Cuba.
Como quien no quiere faltar en la repartición de visitas que pueblan las bahías, el buque escuela AB Simón Bolívar, de la Armada de Venezuela, visitó el puerto de Santiago de Cuba y estuvo abierto al público de la ciudad.
La embarcación transporta 173 tripulantes, y a su recibimiento asistieron el embajador de Venezuela en Cuba, Orlando Miguel Maneiro Gaspar, y el gobernador de Santiago de Cuba, Manuel Falcón Hernández.
Después de visitar instituciones educativas, el buque fue despedido con música y bailes santiagueros, que la televisión cubana transmitió.
¿Qué significa que casi coincidan en el tiempo barcos y submarinos rusos, canadienses, venezolanos y estadounidenses en los alrededores de Cuba?
Quizás muchos de estos movimientos estaban ya planificados, pero sí podemos leer una intención de mostrar presencia y pulseo en un área geográfica importante y que está en disputa por varias potencias del mundo.
Para el gobierno ha sido una oportunidad de demostrar que, a pesar de la profunda crisis que vive, Cuba sigue siendo un país clave en la geopolítica mundial y que podría fortalecer su rol de visagra en el escenario multilateral, en caso de que Washington cambiara su postura hostil y de enfrentamiento.
Nuestra opinión es que en un escenario de guerra como el que se produce entre Rusia y Ucrania —pero que no es solamente entre Moscú y Kiev sino contra Occidente y una OTAN expansiva frente a una alternativa defensiva de la otra parte del mundo— recibir un submarino de propulsión nuclear en La Habana puede ser visto como una provocación por Washington, aunque ese gobierno ha afirmado que lo monitorea y que no representa una amenaza.
En su condición de país soberano, Cuba tiene el derecho de recibir buques de todos los países que considere, pero debe también mantener un juicio sobre cómo la presencia, entrada, salida, y coincidencias terminan siendo instrumentalizado