Foto: Captura de pantalla de RTVE.
16 / junio / 2024
Tres de los cuatro mejores triplistas de la temporada son cubanos. Los mejores registros del año —un año olímpico, además— salieron de las piernas y estiradas de tres atletas formados en el alto rendimiento de la isla, en medio de carencias y escasez de implementos y comida.
Cuba tiene un talento inagotable de atletas para suerte de Europa y el resto del mundo, porque no se puede decir que solamente se marchan de la isla para países del primer mundo.
En este minuto, al atleta cubano le da igual España que Chile o El Salvador. Futuro hay en cualquier sitio, menos en la tierra que los vio nacer.
A propósito del duelo de esta semana en la final del triple salto del Europeo de Atletismo con sede en Roma y el destaque de dos cubanos (Jordan Díaz por España y Pedro Pablo Pichardo por Portugal), muchos aficionados comentaron la tristeza de verlos brillar por suelo ajeno.
La culpa no es de los atletas ni de los países que los acogen a sabiendas de que tienen un talento único. Bien tontos sería apuntar a eso.
No se puede aspirar a más en un país donde hace años no se valora el rendimiento y se premia lo excelso con diplomas de cartón, una foto de Fidel Castro muerto de la risa y una mano de plátanos. Nadie come con esos premios y los atletas tienen familias y anhelos personales.
De año en año pudiera tocarte la ruleta rusa de un «carro moderno», el cual más que un regalo es una carga en un país donde las colas para la gasolina ocupan cinco cuadras ante la escasez actual de combustible.
Cuando el habanero Jordan Díaz escapó de una delegación deportiva el 28 de junio de 2021 en el Aeropuerto Madrid-Barajas no solo dejaba atrás la oportunidad de competir en los Juegos Olímpicos de Tokio 2020, sino que renunciaba a abrazar a su familia por varios años, como «castigo» por el abandono que imponen desde la isla.
Por esa causa, al término de cada competición, le vaya bien o mal, sale a llamar por teléfono a su familia en La Habana.
Tras el oro en el Europeo de Atletismo, con un salto de 18.18 metros —el tercer mejor salto de la historia de la disciplina—, le arrebató el celular a su entrenador Iván Pedroso y llamó a su papá.
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