No fue hasta después de dos días de colas infructuosas que Omar encontró la forma de cobrar su pensión, que desde marzo no lograba canjear en efectivo. La solución se la brindó un compañero de trabajo, jubilado y custodio contratado como él, quien también llevaba meses viviendo solo de su salario actual, ante la imposibilidad de acceder a su chequera.
Siguiendo su consejo, antes del amanecer de la mañana siguiente a aquella conversación Omar partió en bicicleta hacia el aeropuerto de Camagüey, teniendo como destino la oficina de Cadeca de la terminal Internacional. Fue allí donde finalmente consiguió extraer los 5 mil pesos acumulados durante tres meses de alcancía virtual.
“Tuve que andar como 30 kilómetros entre la ida y la vuelta desde mi casa, y hacer más de dos horas de cola, pues cuando llegué ya había personas esperando para lo mismo, pero podía darme con un canto en el pecho. Esa tarde, de camino al trabajo, cuando pasé por el banco me encontré a muchos conocidos de mis días de cola. Seguían esperando a que viniera la corriente para ver si recargaban los cajeros. ¿Eran esos los ‘éxitos’ que buscaban con la bancarización?”, cuestionó.
¿Futuro promisorio?
En abril, la dirección provincial del Banco de Crédito y Comercio (Bandec) en Sancti Spíritus anunció que dejaría de reaprovisionar los cajeros automáticos de la provincia. Los residentes en la localidad interesados en extraer dinero de sus cuentas deberían hacerlo a través del servicio de caja dentro de las sucursales, con un límite de 5 mil pesos diarios.
La decisión buscaba cerrar el paso a los “mochileros”, personas que “se brindan a prestar sus nombres y sus tarjetas personales bancarias para que se le transfiera dinero de las mipymes y trabajadores por cuenta propia para venir a hacer la extracción a través de los cajeros”, explicó una funcionaria local de Bandec. Con su improvisado negocio, los “mochileros” acaparan los cajeros automáticos, impidiendo a los clientes comunes acceder al efectivo.
La medida del cierre de cajeros hasta ahora no ha sido replicada en otras provincias. Entre los obstáculos que pueden haberlo impedido se incluyen dos de difícil solución: la falta de dinero en efectivo y de trabajadores bancarios.
Ya en noviembre pasado el entonces presidente del Banco Central de Cuba —actual ministro de Economía y Planificación—, Joaquín Alonso, reconocía la existencia de un fenómeno creciente de “retención de efectivo”, al que calificaba de “dañino” para la economía nacional pero frente al cual el Gobierno no tenía una estrategia definida. Tampoco se contaba con soluciones para la “descapitalización importante” de la fuerza de trabajo que sufre el sector. “Se unen dos aspectos contradictorios: incrementamos las líneas de cajas con más cubículos, y cada día se nos van más cajeros. A pesar de la potenciación que hemos hecho en lo salarial”, apuntó.
No obstante, en aquella Mesa Redonda Alonso insistió en anticipar un futuro promisorio, resaltando que desde el comienzo de la bancarización —en agosto de 2023— las operaciones digitales (pagos, transferencias, etc.) habían experimentado un incremento promedio del 0,6 % mensual, y que en temas de tanta urgencia como la venta de divisas, se trabajaba para “identificar soluciones de acuerdo con las capacidades que vamos creando”, según dijo.
Seis meses después sigue siendo un misterio a qué se refería. En el tiempo transcurrido ni resultaron efectivas las medidas para detener el éxodo de profesionales bancarios, ni se revirtió la tendencia a la acumulación de dinero en mano de particulares, ni se creó un mercado formal de divisas que ayudase a contener la devaluación del peso respecto al dólar y otras divisas.
Para colmo de males, desde finales de febrero las provincias del interior viven un nuevo capítulo de la crisis energética que desde hace años sufre el país —con apagones de hasta 21 horas diarias, solo comparables con los del momento más difícil del Período Especial. La falta de electricidad tiene entre sus primeras bajas a los servicios telefónicos, esenciales para los