Un espantapájaros protege la siembra de un campesino cubano. Foto: Enrique González (Enro).
El cambio climático en Cuba se percibe por sus variados y notables efectos: prolongadas sequías, incremento del nivel del mar, aumento de las temperaturas y salinización de los suelos, por solo mencionar algunos. Varias investigaciones e iniciativas buscan mitigar sus consecuencias. Entre ellas, destaca el proyecto para el “Incremento de la resiliencia climática de los hogares y comunidades rurales a través de la rehabilitación de paisajes productivos en localidades seleccionadas de la República de Cuba”, conocido por su abreviatura anglosajona IRES.
El proyecto IRES es el primero financiado por el Fondo Verde del Clima en el país y tiene el propósito de fortalecer la resiliencia de los ecosistemas y las comunidades rurales cubanas frente a las consecuencias del cambio climático. Su implementación está a cargo del Ministerio de la Agricultura de Cuba, con la asistencia técnica de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO).
El financiamiento —38,2 millones de USD no reembolsables y 81,7 millones de CUP aportados por el cofinanciamiento nacional— está destinado a beneficiar a más de 200 000 personas, residentes de los siete municipios más vulnerables al cambio climático y con condiciones más complejas para el desarrollo agrícola: Los Arabos en la provincia de Matanzas; Santo Domingo, Quemado de Güines y Corralillo en Villa Clara; y Jobabo, Amancio Rodríguez y Colombia en la provincia de Las Tunas.
Hasta estos territorios llega IRES, también con el propósito de mitigar la emisión de alrededor de 2,7 millones de toneladas de gases de efecto invernadero mediante inversiones en tecnología, maquinaria, equipamiento y suministros que favorecerán la rehabilitación de paisajes productivos, la reforestación y la regeneración natural asistida.
Se prevé que el proyecto se extienda hasta el año 2027 y gestione de manera eficiente la implementación de sistemas forestales, agroforestales y silvopastoriles en esas localidades.
En el recorrido por algunas comunidades beneficiadas con el proyecto IRES, encontramos testimonios de quienes han encontrado en él una oportunidad para producir y aprender más.
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Pioneros de la escuela primaria Rosendo Arteaga Guerra en Jobabo, Las Tunas, en actividades en el huerto escolar. Foto: Enrique González (Enro).
Es cercano al mediodía y una decena de niños se amontona en el huerto escolar. Estamos en la escuela primaria Rosendo Arteaga Guerra en Jobabo, Las Tunas. Mientras unos riegan las plantas, otros recogen hojas secas, en torno a los canteros sembrados con plantas ornamentales. “Estos son frijoles de los que se enroscan”, explica Nathaly de la Caridad, mientras señala la cosecha tal como si fuera un tesoro.
Dice que lleva tres años en el círculo de interés “Aires Puros”. Junto al resto, forma parte del proyecto “Siembra conmigo”, realiza actividades para promover acciones de cuidado del medio ambiente y estudia los efectos del cambio climático. El proyecto IRES los apadrina con recursos y talleres.
Melquíades Nápoles es un productor del muncipio Colombia en la provinica de las Tunas y ha recibido varios equipos para realizar su labor agrícola. Foto: Enrique González (Enro).
Melquíades Nápoles y su esposa, Odalis Guerra, llevan poco más de tres años unidos al proyecto IRES. Viven en Colombia, un municipio de Las Tunas. Motivados por la asignación de dos caballerías de tierra, emprendieron una ardua faena contra el marabú pesado, hasta entonces “dueño de la zona”. Con medios propios, lo han derribado. Ahora tienen sembradas cuatro hectáreas de plátano. Su meta es llegar a las 21.
Si bien unos de los atractivos del proyecto IRES es la asignación de recursos materiales para la producción, este matrimonio agradece los que a escala de conocimientos le han ofrecido.
“El proyecto IRES no