Por: Dhayana Carolina Fernández-Matos
Luego de transcurridos 214 años desde que el 16 de septiembre de 1810 México comenzara su proceso de independencia para constituirse en una República, por primera vez una mujer es electa presidenta.
Se trata de Claudia Sheinbaum Pardo, de 61 años, la presidenta número 66, quien el 1 de octubre de 2024 asumirá el cargo como jefa de Estado y de gobierno de los Estados Unidos Mexicanos, la segunda economía de América Latina y como señala Jenifer M. Piscopo, del Royal Holloway University of London, el primer aliado comercial de Estados Unidos.
Según datos oficiales del Instituto Nacional Electoral mexicano, Sheinbaum Pardo representante de la coalición Sigamos Haciendo Historia, integrada por el oficialista Movimiento Regeneración Nacional (Morena), el Partido del Trabajo y el Partido Verde Ecologista de México, superó en votación a su principal rival, la candidata Xóchitl Gálvez, de la coalición Fuerza y Corazón por México, integrada por el Partido Acción Nacional (PAN), el Partido Revolucionario Institucional (PRI) y el Partido de la Revolución Democrática (PRD).
Claudia Sheinbaum Pardo será la presidenta de un país que, según el Censo de Población y Vivienda de 2020, tiene 126.014.024 habitantes, de los cuales 64.540.634 son mujeres y 61.473.390 son hombres. Aunque parezca claro que será la presidenta de todos y todas, es importante reiterarlo cuando comiencen las exigencias (que las habrá) sobre sus resultados, sus desaciertos y su falta de acción por la causa de las mujeres.
Hay que tener presente que las mujeres en estos puestos son evaluadas más duramente que los hombres y en materia de igualdad, cuando la incorporan a sus agendas, hacen lo que pueden teniendo en cuenta las barreras –institucionales, culturales, incluso de sus propios aliados de los partidos políticos– que se les presentan y que limitan sus objetivos.
Se espera que las mujeres que asumen la presidencia de un país establezcan medidas a favor de la igualdad en mayor proporción de lo que se les exige a los presidentes, como si estos últimos no tuvieran el mismo compromiso con la ciudadanía y no estuvieran tan obligados como las primeras a establecer mecanismos para el avance de las mujeres.
Cabe destacar que, si bien es cierto que una mujer en este puesto es un referente para las otras, su llegada no implica necesariamente que se establecerán medidas a favor de la igualdad o se implementará una agenda pro-mujer. Durante la campaña presidencial mexicana, distintas voces de los movimientos de mujeres y feministas expresaron que únicamente con la presencia de una mujer en la presidencia no se aseguraba la implementación de la agenda feminista.
Se pueden reseñar experiencias de mujeres que han liderado los Ejecutivos de sus países y cuya presencia no ha implicado cambios sustantivos a favor de sus pares. En la mayoría de los casos, son conservadoras e integrantes de partidos de derecha, de centro derecha o demócratas cristianos. Sirva de ejemplo, Margaret Thatcher, del Partido Conservador en Reino Unido, quien en reiteradas ocasiones entró en disputas y denigró a los movimientos feministas británicos. En nuestra región está el caso de Laura Chinchilla, primera –hasta la fecha única– presidenta de Costa Rica durante el periodo 2010-2014 por el Partido Liberación Nacional. Sus disputas con los movimientos de mujeres y feministas comenzaron durante su campaña presidencial, incluso varias organizaciones emitieron un comunicado en el que señalaban que la candidata no las representaba como mujeres. Durante su mandato los cuestionamientos arreciaron.
De esta manera, hay que reconocer que la llegada de una mujer a la presidencia es una buena noticia, pero no es suficiente.
¿Quién es Claudia Sheinbaum Pardo?
Claudia Sheinbaum Pardo presenta unas credenciales académicas de alto nivel y una amplia experticia en temas medioambientales. Posee una licenciatura en Física, maestría y doct