El politólogo polaco-estadounidense Adam Przeworski ha destacado en diferentes oportunidades que una característica de los procesos de transición a la democracia es tanto la certeza en los procedimientos de decisión política como también la incertidumbre en sus resultados.
Certeza en los procedimientos, incertidumbre en los resultados: probablemente esta no sea una de las mejores definiciones para explicar las elecciones de gobernador que tuvieron lugar en Cuba el 4 de mayo pasado, dado que nos encontramos frente a un sistema electoral basado en la certidumbre tanto en los procedimientos de elección como en las consecuencias de la puesta en ejecución de la maquinaria electoral del estado: en definitiva, se ha tratado una vez más de una “elección sin sorpresas”.
En efecto, el Partido Comunista de Cuba-PCC, en tanto que columna central del régimen socialista en la isla, ha convocado un proceso electoral en el cual aquello que ha estado ausente es precisamente la participación ciudadana en las provincias de Matanzas, Cienfuegos, Villa Clara y Santiago de Cuba. En un proceso electoral indirecto, los delegados de las Asambleas Municipales del Poder Popular en esas provincias han ratificado a los gobernadores provinciales a partir de una candidatura postulada por el presidente de la República, Miguel Díaz-Canel. El cisne negro en Cuba son los padres.
Un informe de la organización no gubernamental Transparencia Electoral de reciente publicación, “Elecciones” de gobernadores en Cuba 2024, da cuenta en su resumen ejecutivo de una serie de irregularidades y expresiones propias de un sistema político en una crisis ya con carácter crónico:
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